Desde que empezó la pandemia hemos dado numerosos tumbos en un titánico esfuerzo colectivo por contener al virus. Como en las grandes películas del oeste, hemos hecho formar los carros en círculo y hemos agachado las cabezas para evitar el flechazo del covid. Pero siempre supimos, como los héroes de los inmortales filmes de John Ford, Raoul Walsh o Howard Hawks, que en este interminable Río Bravo estamos completamente cercados y por ahora no podemos hacer otra cosa que resistir y sujetar con firmeza todas las armas a disposición. Unas, como el sacrificio colectivo de la sociedad y el esfuerzo de los profesionales sanitario, nos han servido bien. Pero otras nos fallaron.
¿Recuerdan cuando la aplicación móvil Radar Covid iba a salvarnos del coronavirus? En teoría mejoraba el imprescindible rastreo, y funcionó muy bien en la prueba piloto, pero ha sido un fiasco. Llegó un poco tarde. Y muchas comunidades no se tomaron su implantación muy en serio. ¿El resultado? La mayoría de los españoles no la han descargado. No ha marcado la diferencia. ¿Qué pasará ahora con los códigos QR para controlar el tránsito en la hostelería? Posiblemente lo mismo. Solo podremos levantar el cerco cuando escuchemos, como en aquellas películas, el clamor de las trompetas del único séptimo de caballería que nos puede rescatar: las vacunas para todos.