Terremoto naranja

OPINIÓN

José Luis Martínez-Almeida, Isabel Díaz Ayuso y Begoña Villacís, en la Real Casa de Correos, sede del Gobierno de Madrid
José Luis Martínez-Almeida, Isabel Díaz Ayuso y Begoña Villacís, en la Real Casa de Correos, sede del Gobierno de Madrid Ricardo Rubio | Europa Press

12 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Una persona me resumió lo ocurrido entre el PP y Ciudadanos con la siguiente parte de la Biblia: «Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano? (Génesis 4:9)». En toda historia buscamos culpables para entender lo ocurrido, y normalmente nunca nos autocriticamos porque pensamos que por nuestra parte todo está bien hecho, aunque también hay veces en los que hipócritamente actuamos para que no nos salpiquen las responsabilidades. Sea como fuere, el movimiento de Ciudadanos en Murcia ha tenido sus consecuencias en otras partes del Estado, especialmente en Madrid, y veremos si esto se queda aquí o si irá a más (muchos lo han tildado de terremoto).

Antes de ir al análisis, una breve consideración a algunos comentarios que me molestan bastante. La democracia hay que respetarla. El PP no puede considerarse dueño de ninguna institución. Es lamentable oír a López Miras hablar de traición por el empleo de un mecanismo constitucional como es la moción de censura y a Ayuso decir que convoca elecciones porque no quiere pactos en los despachos (cuando ella fue investida Presidenta precisamente por un acuerdo con Ciudadanos y el apoyo de Vox). Mientras lo que se haga entre dentro del juego democrático, es irresponsable lanzar comentarios del estilo «socialismo o libertad». Hay que saber ganar y hay que saber perder. En definitiva, hay que aprender a ser demócrata.

Dicho esto, quizás Ciudadanos no midió del todo las consecuencias de la moción de censura con el PSOE en Murcia, tanto en el Ayuntamiento como en la Región. El partido naranja justifica que como quiere acabar con la corrupción era insostenible que el PP continuase al frente de ambas administraciones. Ayuso vio las orejas al lobo (porque no han sido pocas las veces en la que la oposición en la Asamblea de Madrid ha intentado sumar una mayoría alternativa para desbancarla de la Puerta del Sol), y ante el declive del partido de Arrimadas en todas las últimas elecciones celebradas, parece claro que ha pensado más en los intereses electorales que puede obtener que en ver una amenaza real perder el gobierno madrileño. 

Capítulo aparte merece Ignacio Aguado, porque incomprensiblemente ha formado parte de un ejecutivo donde ha tenido que tragar muchos sapos de Ayuso (sin duda alguna la peor dirigente en la gestión de la pandemia), además de ser muy desleal e irresponsable. Ayuso y Aguado llevaban un tiempo largo distantes, aunque no ha sido hasta el miércoles cuando la Presidenta de la Comunidad ha decidido actuar cesando a todos los consejeros de Ciudadanos y convocando elecciones para un martes, concretamente el 4 de mayo. La justicia deberá reafirmar que la disolución de la Asamblea es correcta, puesto que tanto el PSOE como Más Madrid han registrado dos mociones de censura y hay diversas interpretaciones sobre cuál de las dos cosas prevalece. 

Por ahora parece que no hay más movimientos, aunque habrá que ver qué pasará en Castilla y León, donde Luis Tudanca defenderá un cambio (que por ahora no cuenta con el apoyo del partido naranja). Tampoco parece haber problemas en la Junta de Andalucía, en el Ayuntamiento de Madrid y, en lo que nos toca más cercano, en el consistorio de Oviedo/Uviéu.

¿Llega tarde la reacción de Ciudadanos? ¿Se puede hablar de golpe de timón? ¿Han actuado para buscar un cambio de rumbo o el objetivo es encontrar una salida a su deriva? El PP ya ha invitado a todos los militantes y simpatizantes del partido de Arrimadas a que se unan a sus filas (camino que ya tomó Lorena Roldán antes de las elecciones catalanas). Es evidente que el partido de Casado ve que está en el momento de hacer desaparecer a Ciudadanos. Ese centro político (si es que existe realmente) que en su día intentó conquistar UPyD entre desencantados del PSOE y del PP poco a poco se va desvaneciendo. El mensaje ambiguo (liberal en lo económico y progresista en lo social, como si intentaran fusionar parte del ideario de la derecha y de la izquierda) y la toma de decisiones (sobre todo la del cordón sanitario al «sanchismo» y no a Vox, con el que necesitan su apoyo para gobernar en muchos lugares) son a mi juicio los principales motivos por el que este partido tiene muy difícil retomar el vuelo, aunque sí que todavía tiene capacidad de acción para originar más terremotos.