Ayuso e Iglesias, dos egotistas de pegatina

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

16 mar 2021 . Actualizado a las 09:00 h.

Si ayer hace un año que nos quedábamos sin papel higiénico en los supermercados y sobrevivimos (no todos), superaremos también el anuncio de Pablo Iglesias Turrión de que se presenta a la batalla de Madrid contra Isabel Natividad Díaz Ayuso. Hay que tomárselo con humor. Si estas son las cabezas más visibles de las generaciones que vienen, la que nos espera. Dos egotistas de pegatina. Egotismo: en psicología, sentimiento exagerado de la propia personalidad. No necesitan que nadie los quiera, ellos se aman a sí mismos por encima de todas las cosas. Cuando digan en campaña que lo hacen por Madrid y los madrileños, estarán clamando que lo hacen básicamente por ellos.

No hay nada que se parezca más que un estudiante de políticas al que le gusta el periodismo, y uno de periodismo al que le interesa la política. Son palos envenenados de la misma baraja, la atracción por el poder. Pablo Iglesias es un politólogo al que no le alcanzaba con el púlpito de dar clase e hizo carrera en los platós. E Isabel Ayuso es una periodista a la que no le llegaba con susurrar discursos a Esperanza Aguirre y se puso delante de los focos. No querían hacer encuestas y entrevistas. Querían ser los protagonistas de las encuestas y de las entrevistas. En el altar de la fama es donde disfrutan los dos.

¿Es extraña la operación de Pablo Iglesias? No. Tiene a su partido a punto de convertirse en Hundidos Podemos fagocitado por el emperador Sánchez (en Madrid iban a desaparecer, las encuestas no les daban ni el 5 % mínimo, por su partición con Más Madrid) y él se cree el mesías de la izquierda pura, capaz de reunirse de nuevo con el boy scout de Íñigo Errejón. ¿Es extraño que Ayuso apretase el botón nuclear o rojo, como lo llamó, de convocar elecciones? No. Se sentía continuamente amenazada por la sombra falsa de su vicepresidente Aguado (Murcia fue una excusa) y goza de los súperpoderes de haber mantenido la hostelería abierta durante la pandemia, al revés que el resto del planeta.

No es lo único que les ha movido a ambos. En la peor crisis, lo que menos necesitamos son elecciones y desunión. Pero a ellos dos les da igual esta parte tan seria. Vivimos en una adolescencia de la política, incentivada por la adrenalina súbita de la información o desinformación de las redes. No será una campaña seria. Será una campaña sucia. Me alegro por los chavales a los que les pagarán unos sueldos fabulosos por fabricar desde ya leyendas urbanas para hundir al contrario. Oirán y leerán de todo. La política como culebrón. Iglesias y Ayuso son perfectos para una campaña de memes. Me niego a que votar se convierta en una reacción sentimental o humorística a un meme más o menos genial, creativo o insultante. Me niego a que nos traten, meme a meme, como a memos.

Lo peor es que al jugar con todas esas tonterías para calentar el voto provocan a lo peor de nuestra historia reciente. Están resucitando al Frente Popular y a la CEDA de los años treinta, que terminó en una guerra civil. Pero a los dos egotistas les da igual. Increíble, te frotas los ojos y estos dos te llevan de golpe a 1936. Encima Pablo Iglesias echa gasolina diciendo que no estamos en una democracia plena. Cuando se cumplen años, se tiende a vivir del pasado. La miel de la nostalgia. Pero viendo este espectáculo de que nos pidan el voto con chistes al que estamos abocados, cómo no recordar a Willy Brandt o a Winston Churchill. Quieren que los madrileños voten con el estómago. Ojalá lo hagan con la cabeza, que es donde reside el sentido común. Iglesias se hace pegatina porque Sánchez lo ha devorado. Ayuso se reivindica porque el alcalde Almeida es mucho mejor Feijoo que ella para el día de mañana del PP.