La hemorragia de Ciudadanos

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

Ciudadanos

18 mar 2021 . Actualizado a las 09:17 h.

Pablo Iglesias renunció a los oropeles del poder y se marchó a la cruzada antifascista. Pablo Casado olvidó sus rencillas con Vox y se puso a las órdenes de Ayuso para combatir al comunismo. Comenzó la cruenta batalla de Madrid. Y en medio, desangrándose, yace Ciudadanos. Con Inés Arrimadas y un puñado de sus fieles intentando cauterizar la hemorragia. El diagnóstico es pésimo. Tanto que los deudos ya se han puesto a repartir frenéticamente sus despojos: el PP se apropia de sus cuadros y Vox, PP y PSOE se aprestan a saquear su menguado granero de votos.

¿Cómo se ha llegado a esto? No comparto la tesis de que el hundimiento se produjo en Murcia. Cuando PSOE y Ciudadanos presentaron su moción de censura en la región, del barco ya solo asomaba la popa. Y ahora, en pleno intento de reflotarlo, varios errores de cálculo lo empujan al fondo del abismo. Pero sépase que el responsable del naufragio no es Arrimadas, sino Albert Rivera. El hombre que dinamitó el partido en dos tiempos. Primero, por su negativa a forjar un Gobierno de centroizquierda. Después, ya la nave a pique, prefirió ser apéndice del PP a bisagra entre derecha e izquierda. Se convirtió en muleta del socio que no logró destronar.

Inés Arrimadas no heredó un partido, sino un campo de minas. Y tuvo algún éxito precario al comenzar a desactivarlas: sus diputados mantuvieron la disciplina, a regañadientes, cuando tocó apoyar a la denominada por su predecesor «banda de Sánchez». Pero enseguida pisó a destiempo la espoleta de la mina murciana y la metralla le alcanzó de lleno. La operación que iba a darle su primera presidencia autonómica saltó por los aires, porque Arrimadas cometió o permitió tres errores de bulto.

Primero, autorizó una moción de censura contra sí misma e ignoró el carácter corruptible de la condición humana. Desdeñó sendos principios del acervo popular. Uno, que con las cosas de comer no se juega: eso debe pensar Isabel Franco, vicepresidenta de Murcia, para quien la moción que suscribió significaba perder el empleo y dárselo mejorado a su acérrima enemiga. Y dos, que todo el mundo tiene un precio: el de los tránsfugas murcianos parece ser, como mínimo, de 76.000 euros brutos anuales y un chófer a la puerta.

Después cayó en la ingenuidad de pensar que el PP aceptaría, con cabreo y santa resignación, la pérdida de Murcia. Solo una ilusa podía confiar en que un partido bloqueado por la corrupción iba a respetar el pacto antitransfuguismo o pararse en barras a la hora de comprar voluntades cheque en mano.

Y, finalmente, el error decisivo: prever que la explosión sería controlada y de ámbito local. Una equivocación que puso en bandeja a Díaz Ayuso el pretexto que necesitaba para vencer las reticencias de Casado, despedir a los consejeros de Ciudadanos y lanzar su grito de guerra.

Ciudadanos ha entrado en coma. Mala noticia para la democracia, hoy más que nunca necesitada de una fuerza que mitigue la polarización política. Por eso, aunque con escasa esperanza, deseo que este comentario no se convierta en obituario.