A por ellos y a por la libertad

OPINIÓN

Isabel Díaz Ayuso
Isabel Díaz Ayuso Emilio Naranjo

27 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

«¿Le gusta a usted la música clásica?» David Torres contó la sugerente anécdota del pianista de jazz Thelonious Monk, cuando le preguntaron si le gustaba la música clásica y él guardó silencio. El periodista repite la pregunta con el mismo resultado, y a la tercera Monk gira la cabeza y le dice a un amigo que el periodista debe de estar sordo. No oír el silencio del que calla es la mayor sordera. Así parecieron las declaraciones de Aznar y Rajoy esta semana por la caja b del PP, ese ingente robo sostenido durante décadas. Cada vez que Aznar decía, como una infanta, que a él no le constaba nada, o cada vez que Rajoy declaraba que era metafísicamente imposible que él ocultara nada (a pesar del diccionario, cuando se dice que es metafísicamente imposible algo es porque ocurrió, igual que se dice «seguramente» solo cuando algo no es seguro), cada vez que declaraban, decíamos, parecían decir al país lo que Thelonious a su amigo: ¿es que estáis sordos? ¿No nos oísteis callar todos estos años?

José María Izquierdo se asombra del poco impacto de este asunto en la opinión pública. No es, como él cree, por el aturdimiento de tanta información por minuto. Justo esta semana, con los partidos velando armas, hubo un par de días en que las primeras páginas remoloneaban con titulares perezosos sobre los precios de las mascarillas, la legión de WhatsApp para Ayuso o las reticencias de la gente con la vacuna de AstraZeneca. Puro sopor, nada. Y ni con esas y con dos ex-presidentes ante el juez el asunto atrapó la atención. Y es que nuestra tolerancia al disparate y a la infamia está dada de sí, como una prenda a la que se haya estirado y que ya no puede recuperar su forma. La desmesura en el insulto, las hipérboles enloquecidas y el sectarismo estridente son como manos invisibles estirando y forzando nuestra sensibilidad hasta que ya parece no responder a lo intolerable.

La polarización, el fango y la bajeza diaria tienen sus beneficios. Crean estruendo y distracción y eso es beneficioso cuando hay mucho que ocultar (pongamos que hablo de Madrid). Pero además propicia liderazgos low cost, que ahorran la necesidad de recursos escasos como el talento, y liberan a la comunicación pública del engorro de los razonamientos, las ideas y la verdad. Se puede hacer trepar a referente contra el Gobierno a una mediocridad como Ayuso si se saben manejar el desquiciamiento y la mentira y las trincheras que originan. Mucho tienen que abaratarse las condiciones de liderazgo para que Toni Cantó parezca un fichaje y se pueda decir que García Egea está reforzado, como si Egea tuviera entidad para reforzarse o debilitarse. Mucho tienen que embotarse las tragaderas para que se pueda pagar en moneda corriente y a plena luz del día a tránsfugas y dar lecciones de coherencia con ello. No me sorprende que Figo lleve tiempo asomando la cabeza a ver si alguien lo llama. Ya le ofreció Portugal como hogar al Rey fugado, por supuesto en nombre de todos los portugueses porque él lo vale. Y tuiteó con arrobo «a por ellos, a por la libertad» cuando Ayuso sacó adelante la travesura de adelantar las elecciones. Su perfil es bueno. Es famoso, su cerebro asimila sin rechazo los implantes propagandísticos, lo pillaron en fraudes millonarios a hacienda y su inteligencia encaja en el abaratamiento de recursos de los liderazgos low cost. Es el perfil.

Pero, como decían en aquella película de animación, toda hormiga tiene su día y hasta Figo puede acertar con una frase. Quizá el concepto de libertad es demasiado grande para discutir sobre él políticamente. Podemos conformarnos con alguna pieza de ese concepto: sea lo que sea la libertad, desde luego es algo que nos pueden quitar otras personas. Si alguien nos quita la libertad es porque está en ventaja sobre nosotros. La democracia consiste en distribuir esas posiciones de ventaja y poder decidir quién las ocupa. Cuando un partido quiere que los ricos tengan ventaja sobre los humildes, los hombres sobre las mujeres y unas razas sobre otras, sin duda ese partido está luchando por la libertad: la de una clase social, un sexo y un grupo étnico. Quien quiere un reparto justo de la riqueza e igualdad racial y de género también lucha por la libertad, pero la libertad de otros.

La derecha solo habla de libertad hacia los poderosos: los impuestos de los ricos, las prebendas de la Iglesia o la jungla inmobiliaria. Nunca utiliza esa palabra para quienes reclaman derechos laborales, protección social o servicios públicos. Para esos prefiere otras palabras como competitividad, reforma, sacrificio o responsabilidad. La libertad supone confrontación, en el mejor de los casos civilizada, pero confrontación. Por eso la frase de Figo es luminosa: luchar por la libertad es siempre ir a por ellos. Lo que cambia es a por quiénes y a quién se quiere limar la ventaja o acentuar la desventaja.

Todas las elecciones son por la libertad y a por ellos. Y como ahora la convocatoria de elecciones es táctica ordinaria de partidos, nos pasamos la vida yendo a por ellos. Ni Rajoy ni sus predecesores utilizaron este curioso procedimiento de forzar elecciones hasta que la gente vote como es debido. A esta táctica se aplicaron desde 2016, en distintos momentos y espacios, el PSOE, Podemos y ahora el PP. Los partidos cambian de identidad, más centrista o radical, más plurinacional o constitucionalista, más izquierdista o transversal, y quién puede convoca elecciones a ver qué tal le queda este o el otro perfil.

Ante la posible desaparición de C’s, la moda en el PSOE es el centro y así le leen las consignas a Gabilondo. Gabilondo lleva callado toda la legislatura. Hubo dudas pero al final sigue siendo el número uno del partido y, vistas sus primeras intervenciones, corre el riesgo de que su número uno sea como el uno de la multiplicación, que deja todo lo que toca igual que estaba, lo mismo si era ocho que ochenta. Los dos primeros anuncios fueron que iba a dejar los impuestos como están y que no pactaría con «este Iglesias», expresión enigmática que a los que tenemos recuerdos claros del 86 nos suena a «Iglesias, de entrada no».

Podría haber empezado diciendo algo que lo diferencie de Ayuso en la enseñanza y la sanidad públicas, las residencias de ancianos o urbanismo. Pero es lo que dice el libreto centrista que le imponen. Y tiene dos riesgos. Uno es que cuando te empeñas en parecerte a otro, la gente acaba prefiriendo el original. Cuando lo hizo Rubalcaba, abundaron analogías temerosas con el Pasok griego. El otro es que el desembarco de Iglesias va a subir los decibelios de la campaña y Gabilondo se arriesga a no ser audible. Si no quiere que este sea uno de los pocos casos en que la campaña modifica mucho la tendencia de voto, tendrá que hacer algo más que no decir ayusadas, porque para seguir perdonando los impuestos a los ricos y no hablar con «este» Iglesias, los madrileños ya tienen el original.

Más Madrid puede hacer valer haber sido la única oposición estructurada, pero tiene dos dificultades. Quiere pescar en aguas del PSOE sin abandonar el nicho original de Podemos, pero el abrazo interesado de quienes quieren hacer de ellos los podemitas buenos puede ser el abrazo del oso a poco que se dejen apretar. La otra dificultad va a ser el mensaje en una Asamblea en la que estará Pablo Iglesias, que puede desplegar una estrategia efectiva, tanto si las izquierdas consiguen formar gobierno como si no. Iglesias va a seguir teniendo peso en la política nacional y Yolanda Díaz va a desembarcar con crédito y más gestión que relato. La visibilidad de Errejón en el país puede depender de Madrid. Veremos el encaje.

Los relevantes movimientos en la política exterior, la quiebra social, el desmadre territorial, la corrupción y la avería en la Jefatura del Estado seguirán fuera de foco, mientras se gritarán chorradas sobre el comunismo y habrá empellones para meter o sacar a Toni Cantó. La desvergüenza no tiene sanción política. Las elecciones de Madrid serán para lo que dijo Figo: para ir a por ellos y a por la libertad. Siempre son para eso, de eso va la política.