De Murcia a Madrid: entre la teoría del caos y la refundación de la derecha

OPINIÓN

La vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís, de Cs, conversa con el presidente de la Asamblea de Madrid, Juan Trinidad. Detrás, el alcalde de la capital, el popular José Luís Martínez-Almeida, charla con la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso
La vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís, de Cs, conversa con el presidente de la Asamblea de Madrid, Juan Trinidad. Detrás, el alcalde de la capital, el popular José Luís Martínez-Almeida, charla con la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso Efe | Emilio Naranjo

05 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

«En ciertos sistemas complejos, pequeñas variaciones en las condiciones iniciales pueden llevar a efectos impredecibles en el futuro. Edward Lorenz lo presenta como el aleteo de una mariposa en Brasil podría producir un tornado en Texas». El centro sumido en su laberinto y la izquierda como víctima de un error de diseño populista, lo que está favoreciendo la refundación de la nueva derecha.

Murcia, mucho más que un error, ha sido un verdadero fiasco porque lejos de frenar, como decía pretender, ha acelerado la crisis de Ciudadanos y con ello facilita por primera vez la entrada de la extrema derecha en un gobierno autonómico, pero es que además ha provocado la ruptura definitiva de la coalición de centro derecha en Madrid, legitimando un adelanto electoral cantado con el objetivo, entre otros, de la refundación de la nueva derecha. Un aleteo que provoca un terremoto y que puede tener sus correspondientes réplicas en el gobierno del Estado. Un ejemplo más de la teoría del caos, ahora en la política española.

Una estrategia que solo se puede calificar de catastrófica por sus resultados: con un efecto boomerang que no solo impide la regeneración frente a los casos de corrupción de la derecha en Murcia, tras la maniobra política frustrada, sino que por el contrario la consolida facilitando la entrada de la extrema derecha en el gobierno autonómico, una extrema derecha nostálgica, clerical y negacionista y que por sus irregularidades ya no tenía cabida siquiera en Vox. Porque la Comunidad de Murcia no parecía en principio el mejor laboratorio de pruebas para el ensayo de la refundación centrista, aunque fuera con el argumento de la regeneración frente a la corrupción. Si acaso se trataba de un problema local, lo adecuado hubiera sido limitarlo al Ayuntamiento de su capital.

Por el contrario, si se tratase de un símbolo convincente de la capacidad  de ciudadanos de ejercer de partido bisagra regeneracionismo, por los reiterados casos de corrupción, los precedentes del negacionismo frente a la covid19 y los desplantes al vicepresidente de Ciudadanos, y también por su impacto mediático Madrid era el laboratorio para el ensayo político más adecuado. Sin embargo, en Murcia, incluso de haber salido adelante, no hubiera supuesto un símbolo significativo del pretendido giro centrista y lo que es peor, era previsible que desencadenase una reacción defensiva contundente por parte de la derecha y en particular en el campo abonado de la división política del gobierno madrileño. Lo incomprensible es que los sesudos estrategas de Ciudadanos y de la Moncloa no lo tuvieran previsto.

La respuesta, perfectamente previsible por parte de la derecha, ha consistido en la desactivación de la censura, recurriendo primero a los tránsfugas de Ciudadanos con el señuelo de los cargos públicos, sobre todo en un partido en práctica disolución que era el eslabón más débil, atrayendo a continuación a los expulsados de Vox al apoyo parlamentario y finalmente también con el señuelo de su participación inédita en el gobierno. Lo que empezó con el debate  recurrente del veto parental en el contexto oresupuestario, ha terminado con la incorporación, nada más y nada menos que al frente de la Consejería de educación, de una diputada díscola de la extrema derecha y con ello con el precedente de la primera participación de la extrema derecha en los gobiernos autonómicos de la nueva derecha.

La réplica ha corregido y aumentado la dimensión del terremoto murciano, sirviendo de excusa para la convocatoria electoral preventiva en la Comunidad de Madrid con el objetivo declarado de la refundación de la cercha en clave nacional. La derecha, aprovechando la fuerza del error del contrario, logra casi sin proponérselo la hegemonía de la polarización identitaria en la disolución de la Asamblea y en el comienzo de la campaña electoral. Una campaña en clave nacional e identitaria que deja en un segundo plano su nefasta gestión y pone sordina a la exigencia de las correspondientes  responsabilidades, pero que sobre todo oculta la corrupción estructural de la derecha representada por el PP y su rémora de Vox que, como caldo de cultivo esencial, se han gestado en las instituciones madrileñas. El objetivo de ambos es la refundación de la nueva derecha, depurando el espacio del incómodo centro e incorporando los paradigmas de la extrema derecha: El nacionalismo, el anticomunismo y la criminalización del adversario. Para ello, la estrategia es en la lógica populista, sustituir las elecciones por un plebiscito. El del negacionismo de Ayuso y su confrontación con la salud pública y el gobierno español.

La propaganda de la derecha en el negacionismo y la apariencia de normalidad, frente a la gestión de la pandemia, pero aprovechando al tiempo la estela de las medidas de salud pública. Una suerte de cinismo pandémico. Una derecha sin compasión hacia los más vulnerables. Los ancianos, los enfermos crónicos de riesgo y los pobres como víctimas propiciatorias de la pandemia. Así, la presidenta Ayuso representa el individualismo de una juventud extremista y sin complejos. Poco importa si como es de esperar el resultado de Vox obliga a un pacto de gobierno con la extrema derecha.

Por otro lado, Ciudadanos ha pasado de decir que no está entre sus previsiones cambiar la foto de Colón, a que ahora su candidato Edmundo Bal asegure sin embargo que no apoyará un gobierno en el que participe Vox. Continúa con ello el quiero y no puedo agónico de Ciudadanos para recuperar los votos de centro necesarios para mantener la representación parlamentaria. En definitiva, tanto el PSOE como ciudadanos salen a la defensiva, después de haber fracasado la operación bisagra en la política española.

El PSOE con una campaña de diseño para un gobierno de centro sin un verdadero partido de centro y con los votantes casi tan polarizados como los partidos. Con el pie cambiado desde el fiasco de Murcia y luego de Castilla y León, que ha mostrado la incapacidad del PSOE para garantizarse el recambio de aliados transversales. Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio.

Mientras tanto Unidas Podemos pretende aprovechar la fuerza de la polarización de la presidenta Ayuso para garantizarse y simplificar la representación en la Asamblea, hoy compartida con un Más Madrid en mayoría, y para que con ello Pablo Iglesias retome el liderazgo del espacio de la izquierda no socialista de orientación populista. Un partido de gobierno que retrocede a la lucha defensiva por la mayoría populista.

Al final solo quedará un espacio reducido para la política de las personas y las cosas de Madrid, frente al ruido y la furia de una campaña populista más sobre la identidad ideológica y nacional. Todo apunta a la Moncloa.