Abrir la fiesta, cerrar el Estado

Erika Jaráiz Gulías PROFESORA DE CIENCIA POLÍTICA EN LA UNIVERSIDAD DE SANTIAGO Y MIEMBRO DEL EQUIPO DE INVESTIGACIONES POLÍTICAS

OPINIÓN

04 abr 2021 . Actualizado a las 09:42 h.

El término campaña permanente, atribuido a Pat Caddell, da cuenta de que las campañas no terminan con las elecciones. En España, la frecuencia electoral, el cambio en el sistema de partidos, la sustitución de los liderazgos o la polarización, han convertido la política en una campaña permanente que no deja espacio para el encuentro o para la negociación. Y por eso, en vez de estar la política al servicio de la pandemia, en este país, la pandemia está al servicio de la política.

 ¿Alguien plantea en serio un modelo de adquisición de vacunas alternativo al de la Unión Europea? Y si nadie plantea esto en su sano juicio político, ¿por qué todos los días hacemos de la llegada o el retraso de las vacunas una imputación de valor político doméstico? Respuesta: campaña permanente.

El levantamiento de medidas de Navarra en febrero o la política de apertura de la Comunidad de Madrid ha llevado a estas dos comunidades a ser los aceleradores de la cuarta ola. Feijoo sabe que el desafío de Ayuso es una temeridad, y por eso Galicia no tiene la apertura de Madrid, pero calla; todos somos cómplices de la campaña permanente en la que están metidos nuestros respectivos aliados.

En Alemania se puede comprar un test en el supermercado por cinco euros, aquí nuestros modelos colegiales hacen que tengamos que pagar 50 euros en un laboratorio. La pandemia está destapando demasiadas incongruencias, demasiados prejuicios, demasiados intereses, y no solo políticos. Pero ningún político tiene culpa de nada; y de vez en cuando, aparecen los políticos de las soluciones simples, de los atajos, negacionistas varios, veedores de la evidencia, esos que comparan el ahorro de una familia con el presupuesto del Estado, los que siguen viendo el sol girar alrededor de la tierra y condenan diariamente a Galileo.

El estado de alarma ha dado buenos resultados, es cierto que el Gobierno central ha mostrado algunas debilidades, incluso falta de energía, pero el consejo interterritorial del SNS ha funcionado bien, aunque la mayoría de los españoles no saben ni lo que es.

Cerramos comunidades que tienen una incidencia similar de contagio, porque no nos atrevemos a aislar a aquellas que disparan los contagios. Estado de alarma, sí, pero para usarlo efectivamente, no para negociarlo; lo que ocurre, es que el estado de alarma es a la vez el mejor instrumento de negociación política del Gobierno central.

Habrá nuevo estado de alarma porque nadie quiere asumir toda la responsabilidad de la pandemia sin tener la oportunidad de echarle la culpa a otro, salvo que Madrid lo impida, caiga quien caiga; y no es figurado. Y entonces valdrá la pena abrir la fiesta y cerrar el Estado.