Fin de la mili: no tan espontáneo

Carlos M. García

OPINIÓN

OTAN

09 abr 2021 . Actualizado a las 09:18 h.

En fechas recientes José Manuel Chico, Pin para todos los que lo conocimos incluso antes de su entrada en prisión, respondía a las preguntas de una entrevista en el diario digital La Voz de Asturias. En muchas cosas estaremos de acuerdo, en otras no tanto, y es por ello que considero necesario hacer ciertas matizaciones.

No es algo que me guste hacer, pero en este caso no me queda más remedio que hablar al lector de mí. De mí y de otras personas de mí misma generación. Después de algún tiempo de activismo político y social sin adscripción partidaria alguna, con 18 años de edad entré a militar en la Liga Comunista Revolucionaria, el principal partido al que por entonces se ponía la etiqueta de «los trotskos». A los 20 años, en 1977, fuimos detenidos antes del amanecer un puñado de militantes en el polígono industrial donde yo trabajaba. Una de esas personas la conocida militante feminista Justa Montero, por entonces y hasta su fallecimiento el año pasado compañera de José María Galante, El Chato.

En el año 81, por lo tanto con 24 años, fijé mi residencia en Asturias, donde tenía vínculos familiares. Inmediatamente tomé contacto con los camaradas de la LCR organizados en Oviedo. En los 6 años transcurridos entre la muerte de Franco y esa fecha, la LCR sufrió una crisis como todas las organizaciones a la izquierda del PCE. Era la época del «desencanto». Desaparecieron en esos años las organizaciones maoístas PTE y ORT, así como un montón de partidos minoritarios más. Apenas quedábamos por ahí el Movimiento Comunista (MC), la Liga y algunas escisiones del PCE, como el PCPE.

Sin embargo pronto empezaron a constituirse colectivos que luchaban por el desmantelamiento de las bases americanas en el Estado español. Era la época de las marchas a Torrejón y otras movilizaciones. Todo esto cuando aún existía la URSS, aunque por poco tiempo. Era esa existencia la que dio aliento a aquel PCPE «prosoviético», que hay que reconocerlo, fue quien primero empezó a impulsar tales colectivos anti OTAN. El PCE, en crisis y luego transformado en IU, teorizaba su moderación con el eurocomunismo. Sin embargo muchos aún militantes del mismo también empezaron a participar en aquel incipiente movimiento contra la OTAN. El PCPE tenía un grave inconveniente: generacionalmente eran militantes bastante mayores, apenas tenían gente joven. No precisamente en Asturias -aunque no faltaban excepciones como la mía- pero sí en el resto del Estado, la LCR sí que la tenía.

Si por algo se caracterizó en todo momento la Liga era por la preocupación por la formación y el debate, por lo cual siempre fueron abundantes los documentos internos, ponencias, charlas de formación para militantes y simpatizantes, conferencias, y escuelas de formación veraniegas, del Estado español e internacionales. Por ello enseguida abordamos el tema del antimilitarismo, la OTAN, etc.

Una militante que Pin no pudo olvidar, Alicia Fernández, que llevaba la militancia consigo a todas partes, como se militaba por entonces, consiguió aglutinar a un pequeño grupo de chavales jóvenes. Fue ella quien de modo improvisado y personal, contactó conmigo para empezar debates en serio con ellos, de modo que paso a paso fueron adquiriendo un poco de formación política. Digo de modo improvisado y personal porque tal hecho no fue planeado por el partido, aunque más adelante sí se discutió al respecto y se decidió abordarlo de manera formal. Así fue como acabé formando parte de la dirección de la LCR en Asturias a título de Responsable de Juventud. Luego llegaron otras personas para asumir tal responsabilidad, pero en un primer momento fue quien suscribe. Mi tarea como tal era construir las juventudes del partido.

En un momento dado, cuando la organización consideró que era oportuno hacerlo, se propuso a aquel grupo de chavales la militancia formal y la constitución del primer círculo de las JCR, en un primer momento llamadas Juventudes Comunistas Revolucionarias y después también Xuventudes Comunistes Revolucionaries. En aquel primer círculo se integró Pin y participó en todos los debates, charlas de formación y acciones políticas y campañas que el resto de jóvenes y adultos.

Si los primeros objetores al servicio militar se formaron en el final del franquismo, como por ejemplo los Testigos de Jehová y otros, su testigo fue recogido por la izquierda radical, incluyendo a los anarquistas (la propia CNT llamaba a la insumisión) y también los nacionalistas vascos o catalanes, que se oponían a hacer la mili en un ejército «español». Todos esos componentes confluyeron en la conformación de aquel movimiento, en el contexto de los últimos coletazos de la URSS, exhausta por sus contradicciones internas y por la carrera de armamentos, con Ronald Reagan propugnando su «Guerra de las Galaxias».

El referéndum sobre la OTAN, de comienzos del 86, finalmente lo perdimos todos los antimilitaristas gracias al giro socialista y la pregunta trampa de Felipe González.

Dice Pin que la insumisión fue algo muy minoritario en sus inicios. Cierto, pero su crecimiento posterior se produjo en el caldo de cultivo del movimiento anti OTAN y antimilitarista, que desde luego fue algo cualquier cosa menos espontáneo, siendo la manifestación de un largo proceso impulsado por los sectores más conscientes y activos de la izquierda. Papel muy destacado en ese movimiento lo tuvo la unidad de acción MC-LCR, que se prolongó durante una década.

Desgraciadamente esa unificación acabó como el rosario de la aurora, significando la desaparición organizativa de lo que existía a la izquierda de IU. Ésta, a la que no le había quedado otro remedio que sumarse a aquel movimiento so pena de quedar descolgada, a partir de aquel momento, años 91 al 93, dejó de tener elementos de presión a su izquierda y comenzó el momento de moderación que llega hasta el presente, con no pocos episodios de subordinación al PSOE, como sin ir más lejos en Asturias bajo Gaspar Llamazares.

Sin embargo la desaparición de aquellas organizaciones a la izquierda de IU no significó la extinción de sus militantes y simpatizantes, ni de sus ideas. Buena parte de esas personas siguieron o seguimos en el presente poniendo un grano de arena, con un conocimiento que nos dio la formación teórica y práctica recibida y unas vivencias irrepetibles. Una formación que me permito recordar al compañero y ex camarada Pin, en algún momento él minusvaloró («tanta formación para qué», ¿lo recuerdas?).

El caso es que si fenómenos como las acampadas del 15M no guardaron demasiada relación con nosotros, quienes participamos en aquella época -la mayoría anónimamente- sí que en parte estamos presentes en organizaciones políticas actuales o en cientos de colectivos y movimientos sociales por toda la geografía peninsular. La desaparición de algunas siglas no significó la desaparición de aquel legado, ni todo lo contemporáneo salió de la nada, de la improvisación, del nacimiento espontáneo ni de la inanidad del pensamiento políticamente débil actual. Tenemos el derecho histórico de decir que mantenemos, quizás no una antorcha, pero sí infinidad de pequeñas llamas encendidas.