Qué contarán

Ximo Puig FIRMA INVITADA

OPINIÓN

María Pedreda

10 abr 2021 . Actualizado a las 10:05 h.

Cuentan los libros de Historia que los Aliados, en la Segunda Guerra Mundial, tuvieron un apoyo tan crucial como desconocido: la penicilina, producida a gran escala y sin cortapisas desde 1943 para tratar a los soldados heridos. Aquello evitó cientos de miles de muertes.

Cuentan los periódicos que hace solo veinte años, en lo peor de la epidemia del VIH/sida, fue trascendental el acuerdo que permitió fabricar medicamentos genéricos contra el VIH sin que las patentes bloquearan su producción. Aquello salvó la vida de millones de personas.

¿Qué contarán de esta pandemia? Esa es la reflexión que subyace en este asunto de las vacunas y las patentes. ¿Qué contarán? ¿Que se primó la obligación ética de salvar millones de vidas y de acortar el empobrecimiento general, o que se antepusieron a ello los intereses comerciales y las inercias burocráticas?

Este virus ya ha matado a casi tres millones de personas en todo el mundo en un solo año. Detengámonos un instante: tres millones de muertos. Tantos muertos como las batallas de Verdún y la de Stalingrado juntas. También ha provocado una grave enfermedad a millones de personas más y un inmenso dolor colectivo. Sabemos que solo hay un camino para superar esta pandemia global: la vacunación universal, cuanto más rápida mejor. Sin embargo, desgraciadamente, estamos sufriendo en Europa y en buena parte del mundo una escasez de vacunas. Y debemos actuar con todos los mecanismos a nuestro alcance para remediarlo.

El acceso a las vacunas no puede estar determinado ni por el poder adquisitivo de cada territorio, ni tampoco por los intereses privados de los laboratorios. Con las vacunas, ni nacionalismo ni mercantilismo. No es lógico que hayamos sido capaces de desarrollar varias vacunas seguras y eficaces en once meses y que -en cambio- tengamos la perspectiva de que millones de personas vayan a tener que esperar varios años para ser vacunadas por falta de producción. Y si no salimos todos, no sale nadie.

Por ello, las patentes no pueden ser un obstáculo a la única salida de esta pandemia: la vacunación universal y rápida. Ante situaciones extraordinarias y de emergencia se necesitan soluciones extraordinarias y de urgencia.

Algunas regiones europeas consideramos que hay que buscar bien la liberación temporal de patentes de las vacunas y tratamientos para el covid, bien una «tercera vía» entre la independencia total de los laboratorios y la inseguridad jurídica que desincentive la investigación en la próxima pandemia. Una tercera vía, por ejemplo, que obligue a la cooperación entre farmacéuticas competidoras -para aumentar la producción de dosis- o que incluya fórmulas de compensación económica.

Porque, aparte de la prioridad de salvar vidas, hay algo indudable: si la pandemia ha costado unos 125.000 millones de euros a España y en torno a los 620.000 millones en la zona euro solo en el 2020, seguro que saldrá más barato y será más eficiente compensar a los laboratorios perjudicados para acelerar la vacunación universal y, de ese modo, minimizar el impacto económico y laboral de la pandemia.

Sabemos que es un proceso complejo, incómodo, tal vez lento. Pero, ¿cuál es la alternativa? ¿Esperar? Basta con mirar a nuestro alrededor para comprender que esa no es una opción.