Otro debate perfectamente inútil

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

María Pedreda

15 abr 2021 . Actualizado a las 08:53 h.

Este cronista sigue opinando que el Plan Sánchez merece cuando menos un respeto. Y que los objetivos que contiene son los que necesita este país. Y que es legítimo que el presidente saque pecho de su contenido. Y que probablemente sea verdad que es la gran oportunidad para dar otro empujón al viejo ideal de modernizar la economía y el tejido productivo español. Por lo menos hay que intentarlo.

Sin embargo, quien haya visto o escuchado el debate parlamentario de ayer no habrá conseguido saber exactamente de qué va ese plan. Oyó música pegadiza de boca del señor Sánchez, la bronca fenomenal del señor Casado, el alegato criptocomunista del señor Echenique y habrá visto la piedra que el señor Abascal subió al estrado, pero le habrá quedado la sensación -por otra parte habitual- de que allí se hablaba de todo menos de un proyecto de recuperación económica y de transformación social.

Es que el señor Sánchez se vio en la obligación de complacer a sus apoyos podemitas y separatistas con un sentido recuerdo y puramente elogioso a la Segunda República. No fue mal comienzo de la sesión: el jefe del Gobierno de la monarquía rinde homenaje a la República. Después hizo un anuncio sobre algo tan justo como la prohibición de desahucios y despidos, y el gran debate tuvo como argumento el estado de alarma, quizá con la pretensión de situar ahí la discusión pública, en vez de situarla en las vaguedades de la transformación y resiliencia.

El señor Sánchez y su equipo tienen que reconocerlo: no hay quien entienda que el largo estado de alarma en el que seguimos haya sido decretado para dotar de instrumentos jurídicos a las autonomías en la lucha anti-covid y ahora se diga que no hace falta el estado de alarma porque las autonomías ya tienen instrumentos jurídicos para luchar contra el covid. Se lo dijeron en todos los idiomas al presidente. Se le pidió la limosna de unos meses más. Se le sugirió lo mismo que había sugerido el Consejo de Estado: un plan B legislativo. Y el señor Sánchez no quiso oír nada, aunque haya serios riesgos de hundirnos en la cuarta ola. Quizá le interesaba que ese fuese el debate. Ignoro si es estrategia para algún fin desconocido o es vulgar cabezonería.

Una pena, una vez más. He mirado las 211 páginas del «proyecto de país», como lo llama el presidente, y hay materia para preguntar durante un mes, materia para explicar por parte del Gobierno y, por supuesto, materia inagotable para buscar el consenso político y social. Al terminar el debate, no consigo entender cómo en este Parlamento todo alcanza una exaltación fantástica y triunfal por parte de quien lo presenta, o se queda en un lamento por falta de concreción, o se reduce a una condena por su intención propagandística. Con lo cual, el gasto en luces y en calentamiento de los escaños resultó perfectamente inútil. Como casi siempre, y eso es lo peor.