Un rescate convertido en Shangri-La

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

E. Parra. POOL

16 abr 2021 . Actualizado a las 09:07 h.

Si hacemos caso a los discursos de Pedro Sánchez, no se entiende que haya en España millones de ciudadanos preocupados por la situación económica, trabajadores convencidos de que pronto pasarán del ERTE al paro, empresarios desesperados que no ven otra salida que el cierre de sus negocios, comerciantes a punto de echar la persiana, autónomos quemando sus calculadoras porque no les salen las cuentas o sanitarios al borde la depresión ante la posibilidad de que la cuarta ola del coronavirus desborde otra vez la capacidad de los hospitales. Todos ellos son unos cenizos. Pesimistas con neuras infundadas, porque, lejos de estar en una situación preocupante en lo económico y lo sanitario, España se encuentra en uno de los mejores momentos de su historia, solo comparable a hitos como la entrada en la Unión Europea. Lo que le aguarda al país es un escenario económico esplendoroso. Un Shangri-La en el que ni siquiera son necesarias ya medidas legales frente al virus, porque Sánchez lo extingue por decreto.

Habrá quien piense que si España necesita que le inyecten en su economía 140.000 millones de euros estamos ante el rescate de un país que no puede valerse por sí mismo debido a que la pandemia le ha golpeando con tal fuerza que ha devastado sus cimientos económicos. Y también quien sospeche que para que nos presten o nos regalen ese dinero tendremos que asumir sacrificios y aplicar duras reformas, porque a holandeses y alemanes, por ejemplo, no les gusta regalar la pasta porque sí, o fiársela a quien no le garantice que hará lo posible para devolvérsela.

Pues no. Sánchez presenta su programa económico a los españoles como si fuera Steve Jobs exponiendo un plan de negocio tan irresistible que el mundo entero está deseando invertir en España sin contrapartidas, porque todos confían en su acreditada capacidad de gestión, y en la de Pablo Iglesias, por lo que no estarían dejándonos un dinero que no tenemos, sino invirtiendo en una empresa muy rentable.

Para colar ese escenario idílico se necesita, claro, envolverlo en celofán con un farragoso tocho de 318 páginas, vago, impreciso y con ínfulas, lleno de términos abstrusos en inglés como digital skills, avs hub o flagship, y mucha resiliencia y dinamización. Pero no busquen allí el reverso tenebroso necesario para que llegue la pala de millones. Es decir, expresiones como recortes, subida de impuestos, reforma de pensiones y cosas así.

Nada de eso le preocupa a Sánchez, porque él es capaz de cabalgar todas las contradicciones. Y por eso puede decir que Madrid es un «desmadre» porque nadie toma allí medidas contra el virus, y a la vez dejar desarmadas desde el 9 de mayo a todas las autonomías que quieran adoptar restricciones, aunque la ola suba. Pero, como nos enseñó el difunto Madoff, no se puede huir siempre hacia adelante, porque la cosa suele acabar mal. Por eso, cuando pasen las elecciones madrileñas, Sánchez se abrirá a acordar nuevas medidas legales frente al covid. Y, antes de que llegue el dinero, la UE le forzará a dejar de cantinflear y a ponerse a las cosas. Es decir, a concretar los recortes necesarios.