La auténtica cara de la ultraderecha

Enrique Clemente Navarro
Enrique Clemente LA MIRADA

OPINIÓN

Ricardo Rubio

19 abr 2021 . Actualizado a las 09:36 h.

Ya no visten camisa azul ni hacen el saludo romano ni defienden un Estado totalitario. No hablo de los frikis que aún no se han despojado de sus símbolos, y por tanto son fácilmente identificables, sino de los más peligrosos, los que se han introducido en el sistema democrático a través de las urnas. ¿Les suena? Ahora se presentan como constitucionalistas y adalides de la libertad mientras legitiman el golpe del 18 de julio de 1936 o sostienen que los gobiernos de Franco eran mejores que algunos de la democracia. Defienden a terroristas de Estado, llaman impunemente criminal al Gobierno, presentan una España donde «manadas de menas» (menores extranjeros no acompañados) violan a nuestras mujeres y ponen en su punto de mira a los inmigrantes. Niegan la violencia machista, denigran a las feministas y postulan un pin parental para que sus hijos no vayan a aprender cosas tan horribles como la diversidad sexual. El único adoctrinamiento que les gusta es el ultracatólico. Son una máquina infernal e inagotable de lanzar bulos, mentir, tergiversar, manipular y provocar al más puro estilo Trump. Denuncian fantasmagóricas dictaduras progres, ven comunistas por todos lados, vetan a los periodistas y quieren ilegalizar partidos. Merkel y Macron saben perfectamente quiénes son y les imponen un inflexible cordón sanitario. Aquí nuestra derecha asume muchos de sus postulados y los considera socios. De hecho, ya han entrado en el Gobierno murciano y Ayuso, que es venerada por la ultraderecha madrileña, está dispuesta a que formen parte del suyo. Son la última mutación de una ideología perversa, adaptada a las nuevas circunstancias históricas y sociales. Blanquearlos es muy peligroso.