La madre de todas las elecciones

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

María Pedreda

20 abr 2021 . Actualizado a las 08:47 h.

En este país hay elecciones regionales que resultan tanto o más interesantes que las generales. Las gallegas, por ejemplo, porque siempre suponen el desafío de la mayoría absoluta del Partido Popular. O las catalanas, donde cada vez parece que se juega la unidad de España. O las vascas, por la intriga del crecimiento de los herederos políticos de ETA. Y ahora se suman los comicios de Madrid que, tal como están planteados, parecen la madre de todas las elecciones. Pocas veces se jugaron tantas cosas en el simple hecho de depositar una papeleta en una urna.

Se juega el prestigio, la aceptación y, por tanto, el futuro de uno de los grandes protagonistas de la última década. Resultó insólito que un vicepresidente del Gobierno de la nación, con tanta mística del poder como Pablo Iglesias, renunciase a su cargo por salvar a un partido que estaba hundido en la comunidad de Madrid. Y ahora resulta intrigante que la persona cuya dimisión había forzado, Íñigo Errejón, le humille con una mayor expectativa de voto. Un Podemos roto y situado en la penúltima posición en Madrid, cuando su raíz es manifiestamente madrileña, probablemente deje de ser alternativa de gobierno.

Se juega la supervivencia del centro político, representado por Ciudadanos. Ya recibió un golpe de muerte en Cataluña, donde pasó de ser la fuerza más votada a ser testimonial. En Madrid lo empezó a matar la primera encuesta del CIS, que desalentó a sus votantes al presentarlo como partido en extinción, con lo cual lo dejó sin voto útil, como también le había ocurrido en Cataluña. El error cometido en la moción de censura de Murcia y la sensación de caos que transmitió han culminado la percepción de desastre. Lo hemos escrito alguna vez: es una pena. Y es una mala noticia para España, porque un partido moderado como bisagra evitaría a los mayoritarios caer en manos de los radicales.

Y se juegan mucho PSOE y PP. El primero, porque se le está cayendo la imagen de poderío que con tanto orgullo como exageración ostenta Pedro Sánchez. Si a Madrid se suman las encuestas sobre Andalucía, es tentador escribir que estos no son buenos tiempos para el socialismo, después de todas las victorias que aireó el presidente. Y el Partido Popular tendrá que pasar la prueba de pactar con Vox si no alcanza la mayoría absoluta. Es injusto que no haya inconvenientes para que el PSOE forme gobierno con Podemos y, en cambio, se pongan todas las objeciones a cualquier acuerdo de Casado y Abascal. Pero ese es el juego político y hoy por hoy tiene peor imagen la extrema derecha que la extrema izquierda. Si el PP llega a necesitar los votos de Vox, tendrá que combatir la fácil campaña de su alineamiento con un partido que no es fascista, pero tampoco se esfuerza en desmentirlo. Y esa campaña ya está en marcha. Pablo Iglesias ya habla de Ayuso como «la candidata del PP y de Vox».