El espíritu de Trump

OPINIÓN

Trump y Abascal
Trump y Abascal

22 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Esta nueva derecha que tenemos, que no es nueva, solo es revieja o neoantigua, meros fascistas con gafas de pasta y ropa de colorines, ha recogido en su ser todo detritus ideológico que se ha ido encontrando por ahí. En esa caída en delirios randianos, lepenismo y trumpismo, quizá lo más destacable es la insistencia en hacer creer que la realidad no es como solemos percibirla y que los problemas no son los que creemos tener. 

Los del partido verde, no confundir con los comeflores, dicen estos días que la izquierda está más preocupada con el llamado lenguaje inclusivo que con los problemas reales de la gente. Es muy tentador asentir ante estas afirmaciones, y no soy yo precisamente alguien muy favorable al lenguaje supuestamente inclusivo, pero el problema es que es un falso dilema. Un proyecto político se puede ocupar de varios asuntos, me gusten más o menos, y en cualquier caso, el que no trague mucho con algunas ideas que calan en la izquierda no debería mover mis principios hacia quienes exhiben ideas absolutamente opuestas e incompatibles con las mías. Además, esta derecha neoantigua, verde y azul, es quien más se ocupa de problemas que no existen o son insignificantes y no de los problemas reales de la gente. 

En España hay un problema grave con el acceso a la vivienda y los alquileres, pero la derecha prefiere hablarle a la gente de los okupas. En España hay un grave problema endémico con el desempleo y la precariedad, y la derecha pretende vender más precarización como la solución a esos problemas. Ahora Isabel Díaz Ayuso dice que las personas que están en las colas del hambre son subvencionados y mantenidos. El enemigo es el pobre. Como ningún compañero de partido y ningún compañero de su hijo de color verde ha criticado sus palabras solo puedo suponer que están totalmente de acuerdo y que el cáncer trumpista no solo está instalado en los ultras. 

Para la derecha el enemigo a batir no es la pobreza, son los pobres. Los oprimidos son las rentas altas que necesitan que les subvencionen el alquiler y no quienes realmente necesitan ayuda al respecto. Los triunfadores, los herederos, los de siempre, son quienes necesitan apoyo de las instituciones. 

No se pueden resolver problemas graves partiendo de premisas falsas. Pero tampoco soy tonto, no pretenden solucionar nada más allá que sus carteras y las de los que no tienen nada que solucionar. Uno es bastante refractario al lenguaje inclusivo y a ciertos excesos y estupideces que han calado en la izquierda entregada a la última estupidez de moda en universidades norteamericanas, pero no tanto como para aceptar las mentiras pensadas para perjuicio de la mayoría ni para tragar con falsos dilemas.

El asentamiento del trumpismo en la política española es un hecho que ningún crítico de lo políticamente correcto está dispuesto a señalar. Es más cómodo reírse de que alguien diga «hijes», genera más clics y al fin y al cabo hay que arrimarse a algún calorcito, que lejos de quienes ostentan poder hace mucho frío. Mientras tanto, los trumpistas siguen con sus mentiras y manipulaciones, y Ayuso, cada vez que tiene que hablar sin leer lo que alguien le ha escrito, hace declaraciones delirantes, como la del cartel racista de Vox que le parece mal pero le parece bien al mismo tiempo, y no me extrañaría que tanto centro moderado aplaudiera a la candidata el día que escriba un «covfefe». Al fin y al cabo es guapa. Por fuera.