Campaña de balas, bolas, bulos y bulas

OPINIÓN

Pablo Iglesias, Rocío Monasterio, Mónica García, Isabel Díaz Ayuso, Ángel Gabilondo y Edmundo Bal
Pablo Iglesias, Rocío Monasterio, Mónica García, Isabel Díaz Ayuso, Ángel Gabilondo y Edmundo Bal

01 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

En no sé qué película (es una escena muy parecida en muchas películas), el matón del recreo acorrala al gafotas contra la pared y le pregunta si quiere recibir una hostia. El matón le aclara que «sí» quiere decir «no» y que «no» quiere decir «sí». La víctima no tiene escapatoria. Si dice que no, el matón dirá que eso quería decir sí y le pegará. Si dice que sí, le pegará y se reirá aún más porque solo un bobo dice que sí quiere recibir una hostia. El matón no es un mago de la comunicación ni acaba de diseñar un mensaje que acorrala a su oponente. Su trampa lingüística tiene que ser burda y cínica para que exhiba fuerza.

El cinismo no es como la hipocresía. El que pregona honestidad mientras cobra mordidas ilegales es hipócrita porque no quiere que se sepa que roba. El cínico, para lo bueno y para lo malo, hace ostentación de la quiebra de las normas, exhibe su irreverencia hacia las pautas comunes. El cínico eructa en público porque desdeña el desagrado de los demás. O dice con desparpajo que ya nadie duda de que los atentados del 11 M fueron cosa de ETA porque desprecia el decoro de la vida pública. También para lo bueno, como exhibir orgullo gay ante una sociedad hostil a su condición. El cínico saca pecho de quebrar las normas. Es raro el cínico puro que se limita  a la insolencia. El cínico más habitual es provocador y la provocación necesita grupo de apoyo, la pandilla que eche risotadas con el eructo o que festeje la justa manifestación de orgullo. Para lo bueno y para lo malo, recuerden.

El poder consiste en poder ser cínico sin medida. Cuanto más puedas quebrar las normas sin ocultarlo, más poderoso eres. Así se lo explica el malvado y todopoderoso senador Roark al malherido y virtuoso Hartigan, de Sin City: «Mentiras y poder son uno… el mentir y conseguir que todo el mundo pueda aceptarlo… Si finalmente aceptan lo que todo el mundo sabe que no es cierto, los tenemos dominados». El matón dice que pega al gafotas porque fue lo que el gafotas le pidió en respuesta a su pregunta. Su momentáneo poder es mentir de forma tan tosca y que los demás sigan la burla aceptando la mentira palmaria de que la víctima había pedido que le pegara. Así que cuando una fuerza política nos miente cínicamente es que se siente el gallito del recreo y cree que unos somos la pandilla que echará las risotadas por la insolencia y otros los gafotas acorralados contra la pared. No se trata de mentiras que quieran engañar y que se puedan desmontar mostrando su falsedad. Antes de la pandemia, Ayuso ya había dicho que no estaba científicamente demostrado que la contaminación afectara a la salud. Que nadie atropelle informes científicos. Ayuso no quería engañar. Les decía a los ecologistas y a la izquierda si querían llevar una hostia. Nadie dice esa bola más que cínicamente, haciendo ostentación de la falsedad.

La mentira cínica y desvergonzada continua le da a la política los modales del matón. No importa si estos mentirosos son de verdad tan poderosos y nosotros tan gafotas. Lo que importa es que van de matones y nos tratan como gafotas. Y no lo hacen todos. El cinismo matón viene de la derecha, de la ultra y de la non plus ultra. Y la verdad es que cansa tanto bulo repetido, tanta mentira zafia y tanto matón de pacotilla. Cansa que la Comunidad de Madrid regale cada año cuatro mil millones de euros a los más ricos en momios fiscales, que en cada legislatura desaparezcan dieciséis mil millones de euros de nuestros servicios públicos y nuestra protección social y digan que lo hacen porque el comunismo es una tragedia. Cansa que el FMI pida subir los impuestos de los más ricos, mejorar la protección social y aumentar el gasto público con urgencia, que lo estén haciendo de hecho en EEUU y que aquí prometan una bajada histórica de impuestos a los más ricos porque no quieren ser como Venezuela. La sonrisa con que dicen que desecarán aún más los servicios y la protección para que los ricos sean más ricos recuerda a aquella viñeta de Forges de los setenta, en la que un supermercado anunciaba la oferta de que por cada dos litros de aceite recibirás una patada en la boca. Cansa que llamen libertad al desgobierno, el caos sanitario, y la ausencia de actividad legislativa. Cansa que busquen propaganda en la hostelería por la incidencia que tiene en el descanso y estado de ánimo de la gente, como una versión anacrónica del panem et circenses. Cansa que te digan que los asesinatos de mujeres se deben a niños pobres sin padres. Cansa que repitan que predicar el odio racial y pretender un ingreso mínimo vital son dos extremismos. Cansa que te digan que la bronca que se arma cuando una pandilla va a Vallecas a buscar bronca es lo mismo que una amenaza de muerte.

No son magos de la comunicación. Cuando Mouriño ordenaba encharcar el Bernabéu ante la visita del invencible Barça de entonces, no revolucionaba las tácticas del fútbol. Enfangaba el juego para que no hubiera fútbol. El ruido de bulos y mentiras groseras, las batallas imaginarias contra Stalin, Chaves y el virus chino y la campaña reventada sirven para que los datos y las ideas no se oigan y se vote entre escupitajos. Solo así apartan del ánimo del votante las órdenes miserables de las residencias de ancianos, la pésima gestión sanitaria y la quiebra social. Todo se amplifica a diario en prensa lacaya y cortesanos variados. Fue llamativo el caso de Savater, no por un alineamiento que era más que evidente, sino porque repite como un papagayo los argumentos del PP sin fingir tener razones superiores o más leídas: comunismo, hospital Zendal y vacuna Sputnik; como si el problema fuera esa vacuna y no el amago de apartarse de la gestión unitaria europea, en una imitación del Brexit de pañuelo de cuatro nudos en la cabeza. En vez de fingir ensanchar el PP hasta Savater, es Savater el que se deshidrata hasta caber en García Egea.

La polarización justifica sin medida a los propios y denigra sin medida a los ajenos. Esta legislatura empezó con un diputado de Teruel Existe teniendo que ocultarse porque su voto era decisivo para la investidura. Siguió con la consigna de la derecha de que el Gobierno era ilegítimo. Un gobierno ilegítimo lo es por no convocar elecciones o dar pucherazo, por ejemplo. Contra un gobierno ilegítimo es aceptable la desobediencia y la sublevación. Y durante el confinamiento arreciaron voces de la caverna pidiendo un golpe de estado con el eufemismo, también cínico, de «implantación» de un Gobierno de «concentración». Los niveles de odio concentrados sobre Pablo Iglesias conceden bula a cualquier conducta contra él, no importa la brutalidad que se alcance. A Pablo Iglesias lo engrandece la ralea de sus enemigos. No creo que su vida esté realmente amenazada. Pero sí es un hecho que se normalizaron en política las balas y lo de te mataré y rata.

Su salida abrupta del debate de la SER fue como un estornudo que hizo caer el ropaje de la derecha. Gabilondo entonces se sobresaltó con lo que vio bajo el ropaje y dijo esa palabra que no es inteligente repetir mucho, pero que no hay que evitar: fascismo. El PSOE recordó entonces al cuento aquel de Galeano del escultor que termina la estatua de un caballo y un niño le pregunta asombrado que cómo pudo saber que dentro del bloque de piedra había un caballo. El estornudo de la Cadena SER mostró de golpe a Gabilondo y al PSOE que había dentro de toda esa capa de olvidos que echaron sobre la memoria histórica y esos privilegios de la dictadura que ellos mantuvieron. Y desde entonces dicen «fascismo» casi todos los días.

Sea cual sea el resultado del martes, cada vez más gente cree que tiene bula para cualquier cosa contra otros. Y esa gente viene del mismo bando ideológico. Es el bando del que vinieron las verdaderas desestabilizaciones de Europa y del sistema: crisis financiera de las subprimes, Brexit, Trump, Hungría y Polonia. EEUU (y el FMI) gira hacia impuestos altos, gasto público y protección social. Y guerra fría. Más que Trump. Quiere una Europa sólida contra Rusia y China. Veremos cómo encajan las Ayusadas cuando se empiece a hablar en serio y cuánto tiempo conseguirá MAR y sus mariachis fachas que el ruido no deje oír.