La conciencia y las urnas

OPINIÓN

La presidenta de la Comunidad de Madrid y candidata del PP a la reelección, Isabel Díaz Ayuso, en un acto de campaña celebrado este lunes en Torrejón de Ardoz.
La presidenta de la Comunidad de Madrid y candidata del PP a la reelección, Isabel Díaz Ayuso, en un acto de campaña celebrado este lunes en Torrejón de Ardoz. FERNANDO VILLAR

09 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Es la conciencia del otro la más estimable ligazón con el bienestar común. El bienestar individual, por su lado, es inconsistente sin el primero. La conciencia de uno, entonces, y planteado así, es proclive al contento. El contento solo es respetable en función de la fusión del uno y del otro (de los otros). Uno contento que se sustente exclusivamente en el uno como ego no es respetable en absoluto.

La conciencia del otro encalló en las urnas del 4-M. Hasta se podría concretar más: esa conciencia quedó hecha añicos, y de un modo tal que no hay forma de recomponerla. No obstante, y aunque el destrozo superó lo previsible, no desentonó con el «alma» del hombre, de una crueldad que no se privó de exhibir desde que se hizo hombre y que, hoy, reverdece.

Ninguna de las explicaciones que se han dado del porqué del triunfo aplastante de Isabel Díaz Ayuso, por certeras que algunas hayan sido, pueden enmascarar el hecho de que cientos y cientos de miles de votantes respaldaron a esta homicida. Porque Díaz Ayuso, a la virulencia de la pandemia, añadió, negando y burlándose de las certezas científicas y de los criterios seguidos en el resto de regiones del país, la «libertad» de cada individuo de hacer su voluntad.

(Un estudio encargado por el Gobierno de Navarra, conocido ayer sábado, ratifica que la apertura en el interior de la hostelería eleva significativamente el número de contagios. Pero, como anotó Montaigne, «el deterioro de la verdad tiene miles de aspectos y un campo infinito»).

Fueron, y son, las UCI de los hospitales de Madrid, con plantas cerradas y sanitarios en número insuficiente, las que revelan el sufrimiento y la muerte que derivan de esa singularísima libertad, o coartada para matar sin que lo parezca y, por consiguiente, sin castigo.

La no conciencia del otro consumó la política de Ayuso, que de haber colocado el 4-M las urnas en las cabeceras de las UCI, no andaría tampoco muy lejos de que la mayoría de las papeletas siguieran llevando su nombre, de la necesidad que tantos tienen de un guía, aun ignominioso, que les dé el contento individual del particularismo.

(La palabra pandemia procede de dos términos griegos, «pan», todo, y «demos», pueblo, con el significado de «sucede a todo el pueblo», justamente lo que Díaz Ayuso ha pretendido desde su depravada seducción).