¿Qué herencia les vamos a dejar a nuestros hijos?

Loreto Fernández PUNTO DE VISTA

OPINIÓN

MABEL RODRÍGUEZ

12 may 2021 . Actualizado a las 08:44 h.

Se cumple una década desde que la juventud española salió a las plazas para manifestar su descontento. El 15-M sonaba a falta de oportunidades por los estragos de la crisis financiera del 2008 y a rechazo a la austeridad que los estados pusieron en marcha. La generación que apenas había conseguido cotizar renegaba de la política tradicional ante la falta de perspectivas de futuro y nuevos partidos, con líderes jóvenes, consiguieron canalizar muchas ilusiones, llevando a España a las portadas de la prensa internacional. Fue quizás el mayor vuelco a nuestro sistema político desde la Constitución del 78

¿Qué queda hoy de todo eso? Sin habernos recuperado aún de la crisis financiera, la pandemia sume el país en una nueva crisis económica y, en particular, social. España encabeza la lista del paro juvenil en la eurozona con una tasa del 37,7 %. Junto con los trabajadores no cualificados, son el colectivo más golpeado por esta nueva crisis. Y los partidos que tantas ilusiones habían despertado entre los jóvenes pierden espacio en el panorama político español, desinflando a su vez las ilusiones de los jóvenes españoles.

El propio Banco de España alerta de la gravedad de la situación: el porcentaje de menores de 30 años sin ingresos ha aumentado desde el 30 % antes del covid al 35 % a diciembre del 2020. Ante la falta de oportunidades laborales muchos jóvenes optan por continuar formándose, pero con la incertidumbre de no saber si les servirá de algo. Solo una minoría consigue independizarse, y en muchos casos gracias a oportunidades que los llevan al extranjero. El resto ve cómo sus hogares no han recuperado los ingresos que habían perdido en la recesión anterior, y las perspectivas que arrojan los datos económicos no son nada halagüeñas. El esfuerzo por la recuperación de la pandemia ha hecho que España cerrara el 2020 con un déficit del 11 % del PIB, el mayor de todos los países de la Unión Europea, y con una deuda del 120 % del PIB, la ratio más alta en un siglo.

Cómo encajará esta foto con el futuro del estado del bienestar es ahora la gran incógnita. Afrontar esos datos con reducción de gasto en la actual situación está descartado e incrementar ingresos por la vía fiscal confronta a la sociedad. De momento, los gobiernos a ambos lados del Atlántico están sosteniendo la recuperación con políticas expansivas, comprendiendo que el déficit es un mal necesario. La propia Alemania apostó hace unos meses por que la UE emitiera deuda común, pese a la oposición de los países defensores de la austeridad, los llamados frugales. Estados Unidos ha emprendido una reforma fiscal para incrementar la capacidad de recaudación de los estados. La OCDE ya le ha pedido a España que aproveche para acabar con las exenciones y deducciones, por las que se escapan miles de millones de euros cada año.

Cómo afrontar la solución no es decisión fácil cuando uno está en el hoyo y necesita que alguien le arroje una cuerda. Europa ha lanzado un cabo favoreciendo a España en el reparto de fondos del plan de recuperación, pero está por ver si esto aliviará la situación para los jóvenes, que deberán asumir las consecuencias de los cimientos que se planten ahora. No será fácil, pero es necesario. Por su futuro.