Sin toque de queda ni lugares a los que ir de noche

OPINIÓN

Paseantes en Oviedo. Varias personas disfrutan en una terraza de un bar de la ciudad
Paseantes en Oviedo. Varias personas disfrutan en una terraza de un bar de la ciudad EFE | Alberto Morante

17 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

«A todos los demás les dejan hasta más tarde», dije muchos sábados de mi adolescencia, a las cinco de la tarde, antes de salir de casa y negociar la hora de vuelta con mis padres. «Da igual, a las once en casa, ni un minuto tarde. Y ni se te ocurra beber y venir borracho». Pues igual que yo a las 15 años, los asturianos teníamos que estar a las once en casa; eso sí, sin tener que mirar fijamente a la luz del ascensor ni hablar poco para disimular el alcohol en sangre. Y también nos quejábamos porque en otras Comunidades se quedaban hasta más tarde. Entre las muchas cosas que trajo consigo el toque de queda, unas buenas, otras malas y algunas peores, fue el reducir a todos los asturianos a la condición de adolescentes irresponsables o de universitarios en un colegio mayor del Opus Dei.

Todo se terminó con las doce campanadas del sábado, ya no hay tutelas -«ni tutías» que dijo Fraga- en cuanto al movimiento por España, podemos ir a donde queramos y el parné nos los permita, ni a la hora en la que cada uno tiene que estar o salir de su residencia: un alivio para muchas comunidades de vecinos que sufrieron finde tras finde el ruido de las copas en casa ajenas. Qué putada es escuchar la fiesta tras el tabique y no ser tú el que la disfruta, de ahí tantos enfados y envidias que devienen en llamar a las fuerzas del orden.

El sábado era el último día con toque de queda, una filfa, porque a las once había que estar en casa y a las doce se volvía a poder salir: de ahí que de los que tenían pensado volver a las calles pocos se fueran a casa, si acaso, alguno por aliviar una urgencia o por exigencias del amor. El día acompañó y los asturianos salieron de sus casas, cosa que hacemos siempre, más aún con buen tiempo, y tomaron los bares y terrazas. Oviedo estaba imposible para encontrar sitio, y yo que me alegro.

Con la llegada del calor se empiezan a ver las primeras camisas remangadas y vestidos, también el horror de las chanclas y los pantalones cortos. El vermú, lleno; las comidas, lo mismo y la copa de después, igual. El café, copa y puro de antes, se  ha convertido en lo que ahora se llama: «tardeo». En qué consiste esto del tardeo: pues que ante la imposibilidad de salir por la noche, que para eso está, ahora se toman cervezas, copas, chupitos y demás combinaciones a las cinco de la tarde, y a plena luz del día y en una terraza.

Volvemos a la adolescencia a pasos agigantados: sólo nos falta quedar en El Árbol de Plaza América, beber en «Juzgaos» y que Tribeca abra de tardes. El hombre es un animal con gran capacidad de adaptación a los cambios del medio, claro está, y hay pocas cosas que unan tanto como el hedonismo y las adicciones. Y parece que esta nueva tendencia llega para quedarse, puesto que por el momento no parece que el ocio nocturno pueda abrir en el Principado.

Sin toque de queda ni lugares a los que ir de noche, este es el futuro próximo que nos queda. Así que van a tener que ir preparando un calendario con las casas que estén libres y puedan ir a tomar las últimas copas pasada la una de la madrugada. Es mejor organizarse aunque improvisar sea más divertido. Porque lo que está claro es que sin imposición de hora, va a costar mucho que la gente del rollo y animada se vaya casi a la misma hora que Cenicienta: se establecerán en plazas, parques, calles y casas.

Algo así pasó el fin de semana, pero poco. Aunque no debemos olvidar que el verano está llamando a la puerta, y con éste las vacaciones de miles de personas, la mejora de la situación y las ganas de celebrar y vivir. Con el ocio nocturno cerrado, pocas posibilidades quedan. Antes el botellón por motivos económicos, ahora por obligación y única alternativa.