Y la campanilla sigue sonando

Rubén Rosón

OPINIÓN

Manifestación en Oviedo por el 15M
Manifestación en Oviedo por el 15M J. L. Cereijido

20 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

A finales del s.XIX la población de gran parte de Europa y América estaba aterrada ante la idea de que una persona pudiese ser enterrada viva por equivocación. La causa de tan extendido miedo, recogido incluso en alguno de los cuentos de Allan Poe fue la aparición de algunos casos de catalepsia y su difusión por la prensa de la época. La catalepsia es un síntoma extremo de algunas enfermedades neurológicas y trastornos psiquiátricos consistente en una parálisis corporal sin respuesta a estímulos, rigidez de miembros y enlentecimiento de la frecuencia cardiaca y la respiración que podría confundirse con el fallecimiento de la persona. Tal era el irracional pavor provocado por el fenómeno que se llegaron a fabricar ataúdes con campanillas o banderas. Éstas se conectaban a una cuerda que se podía accionar desde dentro del ataúd para que el no-muerto, en caso de despertar y encontrarse enterrado, pudiese lanzar un tétrico SOS desde la mismísima tumba subiendo la bandera o haciendo sonar la campanilla. A pesar de que seguramente los casos de entierros de personas con catalepsia fueron ínfimos, si es que de verdad hubo alguno, el miedo permaneció en el sentir de la sociedad llegando incluso hasta nuestros días.

Estos no-entierros me recuerdan la innumerable cantidad de veces que desde grupos de interés, editoriales de prensa, mesas de todologos o espacios partidistas escuchamos el anuncio del entierro del 15M. Llevan pregonando el sepelio desde el primer día tras la inesperada manifestación del 15 de Mayo de 2011 y las extraordinarias semanas que le sucedieron. El levantamiento de las acampadas, la culminación de las marchas de la dignidad, el reflujo de las mareas ciudadanas o ahora el décimo aniversario… cualquier ocasión parece propicia para escribir una nueva esquela. Ya asistimos a un número mayor de entierros que años pasaron desde aquel domingo.

Hace 10 años andábamos metidos de lleno en la crisis inaugurada con la caída de Lehman Brothers.

Ya estábamos sufriendo en carnes el proyecto de austericio, recortes y pauperización de la vida que las élites económicas impusieron como respuesta a la crisis del régimen neoliberal. No es una crisis, es una estafa, gritábamos al unísono al comprender cómo los de abajo teníamos que ver diezmadas nuestras condiciones de vida para que los de arriba pudiesen seguir nadando en la opulencia.

10 años desde que millones de personas de todas las edades, y en especial una generación joven, esa que la opinión publicada remarcaba pomposamente como la generación más preparada de la historia, veía como su destino era vivir unas condiciones económicas y sociales peores a las de sus progenitores. Una generación que asistió al derrumbe del “progreso social” y asistió a la caída del  mito de la meritocracia, 2 pilares del régimen, consensos fundamentales del contrato social imperante. Esa generación Sin Futuro que, venciendo a la resignación y renegando de su escrito sino, llenó de dignidad, esperanza y horizonte las plazas y calles de nuestras ciudades y pueblos en eventos masivos inaugurando un tiempo nuevo. No somos mercancías en manos de políticos y banqueros fue nuestro particular Ya basta! 

Este décimo aniversario el funeral del 15M se fundamenta en una proclama, el movimiento no consiguió ningún cambio palpable, ninguna de sus reivindicaciones fue escuchada, no transformó nada de lo que venía a cambiar. Como si el objetivo final fuese encumbrar a uno u otro gobierno o conseguir unas cuantas medidas. Nos habéis quitado demasiado, ahora lo queremos todo, rezaban muchas pancartas en aquellos días. De nuevo, los sepultureros mienten. El 15M transformó los cimientos de nuestra vida en comunidad y sigue influyendo en gran parte de la actividad política y social de nuestro día a día. De primeras, invalidó el mantra neoliberal por el cual de las crisis se sale recortando, con políticas de descenso del gasto público y disminución de nuestra calidad de vida. Habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades y ahora tocaba apretarse el cinturón, nos decían. Una década después y frente a otra crisis económica sin precedentes la respuesta del régimen es diametralmente opuesta a la ejecutada en la crisis de 2008. Incremento del gasto social y medidas de impuso económico que afecten de manera directa al mayor número de personas posibles son propuestas defendidas ahora incluso entre los más fanáticos defensores del austericio. 

Nos ayudó a señalar la indecencia que representan los desahucios y demás tropelías que organizan las entidades bancarias y grandes multinacionales y alumbró herramientas colectivas para luchar contra ellos como la PAH y demás asociaciones. Ralentizó y obstaculizó la agenda social de recortes que el régimen tenía preparado para nosotros. Pleiteó hasta ver en la cárcel a no pocos de los responsables políticos y económicos de la crisis-estafa.  Que le digan a Rato y su estancia en prisión si el 15M consiguió cambiar algo o no. Fue también  una vacuna muy eficaz ante las excretables propuestas de salida autoritaria a la crisis de régimen que la extrema derecha propuso con cierto éxito en otras latitudes.A pesar de esto, y como casi todas las vacunas, tras un tiempo de inmunidad necesitamos una nueva dosis que refuerce nuestras defensas contra esta peligrosa pandemia. 

El 15M trajo consigo otra, muy otra, cultura política que se coló en muchas organizaciones, llegando incluso a obligar a los partidos del régimen a una suerte de actualización, recambio de élites, introducción de medidas democratizadoras como las primarias y al menos mostrar  más escrupulos ante su corrupción institucionalizada. Fue condición de posibilidad para quebrar el bipartidismo existente desde la Transición, sin que esto signifique que Podemos o las candidaturas municipalistas del cambio fuesen hijas del 15M. Sin el 15M posiblemente no habría existido esta posibilidad de éxito en la batalla por el gobierno de nuestras instituciones.No hace falta recordar que estamos ante el primer gobierno de coalición desde hace más de 80 años tras una moción de censura al anterior gobierno. 

Por encima de las transformaciones logradas en el régimen de partidos políticos o la consecución de medidas concretas el mayor impacto que tuvo el 15M fue en nosotros mismos, el 15M nos cambió como sociedad.  Las acampadas representaron un brillante paréntesis en el individualismo de nuestros días. Una suerte de zonas autónomas, Caracoles lo llaman en otras latitudes, donde la avaricia, el individualismo y la competitividad descarnada se tornaban en cooperación, ayuda mutua y empatía compartida. Revitalizó el movimiento asociativo existente y generó cientos de espacios y dinámicas nuevas. Fue un continuo proceso ensayo-error de modelos de autoorganización comunitaria y construcción de Politica más allá del Estado. El 15M nos conectó como comunidad, como grupo humano que le gusta hacer cosas en común para mejorar nuestro día a día, para vivir mejor, para alcanzar el buen vivir o Suma Kawsay que dicen por Ecuador. Nos dotó de esa trascendental sensación de ser protagonista colectivo de nuestra Historia compartida. 

Es pronto todavía para evaluar con profundidad los actos y sucesos que ocurrieron hace 10 años. Vamos lentos porque vamos lejos, nos decíamos en las plazas, sabiendo que más que un sprint lo que estamos disputando es la maratón de nuestras vidas. No es tiempo todavía de caer en la museificación del 15M. En Asturias, por desgracia y sobre todo  por culpa de algunos desgraciados, sabemos muy bien lo que representan los procesos de museificación. Seguirán empeñados en enterrar al 15M una y mil veces, como quienes piensan que cortando las flores pueden detener la llegada de la primavera. Y mil veces más estarán equivocados. Seguirá sonando la campanilla. El muerto está muy vivo.