Orgullosos de ser idiotas

OPINIÓN

Luna, la trabajadora de Cruz Roja que consuela a un inmigrante que llegó exhausto a Ceuta, el pasado martes
Luna, la trabajadora de Cruz Roja que consuela a un inmigrante que llegó exhausto a Ceuta, el pasado martes Reduan | EFe

25 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

«La víctima y la salvadora o el abusador y la idiota. Toda una representación de Europa haciendo el gilipollas». Así comentaba en Twitter, el pasado miércoles, el eurodiputado de Vox Hermann Tertsch el vídeo en el que se veía a una emocionada voluntaria de la Cruz Roja abrazar a un subsahariano en la playa de El Tarajal. Son ya tres los inmigrantes muertos cuando intentaban llegar a Ceuta.

Nunca entendí bien a los que se dicen orgullosos de ser de su nación, comarca o localidad, algo en lo que no han tenido arte ni parte. Cuando veo a los que arriesgan su vida para huir de la miseria, de la guerra o de la barbarie, lo que sí pienso es que puedo sentirme satisfecho de ser español y europeo y de poder vivir en condiciones razonables de comodidad y seguridad. Las que merecen sentirse orgullosas son personas como Luna o como Juan Francisco, todas las que ayudaron a salvar vidas y trataron con afecto y dignidad a esos hombres, mujeres y niños desamparados. También podemos sentir cierto orgullo todos los demás idiotas, los que participamos de la emoción cuando vemos el sufrimiento y el valor; sí, el orgullo de compartir la condición de seres humanos solidarios y de pertenecer a esa parte de la humanidad que contribuye a evitar que este mundo sea un infierno.

Quizá haya quien pretenda edulcorar la actuación de la extrema derecha la semana pasada afirmando que la infame opinión de ese eurodiputado no es la oficial de Vox. Es cierto que la señora Monasterio, más política o con la mente más despejada, dijo en Telemadrid que «todo el mundo valora lo que está haciendo Luna y por supuesto damos las gracias a la Policía y a la Guardia Civil, que gracias a ellos se han salvado», pero añadió que los medios de comunicación «tienen que tener mucho cuidado con cómo cuentan las cosas porque al final cooperan al efecto llamada», o que «cada vez que ven la debilidad de nuestros políticos progres con la inmigración ilegal nos mandan 10.000 más». ¿Cuál sería la respuesta fuerte? ¿Disparar con balas de goma a los desesperados que acuden nadando a nuestras costas? Hubo un precedente y ya conocemos el resultado. Abascal pide la «militarización permanente de las fronteras». Su partido ha anunciado que rompe el pacto de legislatura con el PP y Cs en Andalucía porque su gobierno va a acoger ¡a trece críos abandonados! No puede haber comportamiento más miserable.

Las migraciones son un serio problema en un mundo terriblemente desigual. La única solución reside en la disminución de la pobreza y el fin de las guerras y las tiranías. Lo primero ayudaría mucho a evitar las segundas, pero exigiría un esfuerzo coordinado del llamado primer mundo, el rico, y la realización de inversiones destinadas a conseguir el progreso económico de los países pobres y no a esquilmar sus riquezas naturales o a obtener de ellos productos baratos, tampoco a engordar los bolsillos de corruptos gobernantes fieles.

Europa y EEUU han optado por pagar a sus vecinos para que hagan de policías, más barato y cómodo, aunque se arriesguen a que algunos, como Marruecos y Turquía, los chantajeen periódicamente con la inmigración. La cosa se complica con el temor a que el fin de las tiranías en el norte de África o el Oriente cercano favorezca la llegada al poder de los islamistas, el estallido de guerras civiles o incluso, como sucedió en Libia, la destrucción del Estado. Es bien conocida la definición del dictador nicaragüense Anastasio Somoza por John Foster Dulles, el Secretario de Estado de Eisenhower: «Es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta». Terminó la lucha contra el comunismo, pero el miedo al islamismo radical multiplica las colecciones particulares de hijos de puta. Hace unos días pudimos ver a Macron festejando a Al Sissi, uno de los peores; Rusia está muy encariñada con el más criminal, El Asad; hay que reconocer que el monarca marroquí, comparado con ellos, casi parece bueno. Mal camino para resolver las cosas este coleccionismo de las potencias, agravado por la política del gobierno israelí, verdadero alimento para el radicalismo y el terrorismo entre unos musulmanes masacrados, empobrecidos y humillados.

Ningún país puede dejar de controlar la inmigración, habría que ser muy ingenuo para no comprender los problemas sociales y políticos que traería la total apertura de las fronteras, pero eso no puede conducir a olvidar que quienes emigran por motivos económicos o políticos son personas que están sufriendo y pasando necesidad, no arriesgan sus vidas por capricho. Nunca ha habido soluciones fáciles, pero los países ricos no pueden conservar sus valores, su libertad y sus democracias si se comportan de forma inhumana con los pobres y los débiles. El ultranacionalismo, el racismo, la xenofobia y la intolerancia son rasgos de la peor cara del ser humano, todos sabemos a lo que condujeron hace solo algunas décadas, quizá sean idiotas quienes los rechazan, pero esa idiotez los hace gente de bien.

Tengo entendido que la extrema derecha española se considera cristiana, sé que no son muy aficionados a la lectura, pero les recomendaría que hiciesen un esfuerzo con los Evangelios; por ejemplo, con la parábola del buen Samaritano. Espero que no lleguen a la conclusión de que Jesús era un progre idiota y se vean obligados a cambiar de religión; a Hitler no le gustaba, además de blando, era judío.