Unas notas acerca del indulto a los 12

OPINIÓN

El presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, durante la rueda de prensa ofrecida este martes tras participar en la reunión extraordinaria del Consejo Europeo en Bruselas
El presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, durante la rueda de prensa ofrecida este martes tras participar en la reunión extraordinaria del Consejo Europeo en Bruselas HORST WAGNER

30 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La prerrogativa que la Constitución concede al Gobierno para indultar es, muy principalmente, subsanar una condena desproporcionada, manifiestamente injusta, no equitativa u otros motivos concomitantes. Ninguna de estos se halla en la motivación argüida por el presidente Pedro Sánchez para «perdonar» a los 12 encarcelados catalanes por sublevación y malversación. Tampoco razones de edad, enfermedad o de índole semejante.

Que ejecutivos anteriores hayan aplicado esta gracia a capricho, a veces obscenamente, no es para nosotros válido como respaldo de esta gracia. Que un kamikaze mate y sea indultado (PP), no respalda al PSOE para indultar a otro kamikaze. Hay una gran variedad de casos que, a propósito de los venideros indultos a los insurrectos, se podrían aducir con igual desatino que el del kamikaze.

Tampoco sirve, a nuestro juicio, que se diga que el indulto está encerrado en la esfera política y, por tanto, no porosa a las argumentaciones del Tribunal Supremo, argumentaciones que no es necesario repetir aquí por bien conocidas desde el miércoles pasado, y que son jurídicamente intachables, amén de una bofetada a Pedro Sánchez. Dentro de una esfera política cabe el latrocinio.

Pero con ser mayúscula, la bofetada (menor que la que va a pegar Sánchez a más de la mitad de los ciudadanos de Cataluña que no quieren separarse de España) no parece que pueda hacer daño a una persona que hace dos años afirmó que jamás «liberaría» de la prisión a los 12 criminales, no en balde hablamos del mismo individuo que no pactaría con Pablo Iglesias (la cama y el sueño). Es decir, Sánchez es, sencillamente, un embustero que engaña con reiteración y sin sonrojo a su electorado. Y en este punto, el líder del PSOE está hundiendo a su partido y abriendo las puertas de La Moncloa a una coalición del PP con Vox, o al PP pseudo fascista (Díaz Ayuso, López Miras, etcétera, etcétera, y más o menos «medio» Casado) con los indeseables ultras de Vox.

Sin embargo, lo peor de lo peor de la prevista gracia de Sánchez a los golpistas, al aducir el presidente socialista (!?) «concordia», «convivencia», no ser «vengativos», es que trata de que dejemos en suspenso la razón crítica. Y esto es así porque los 12 en cuestión no es que abominen de su ideario, al que no se les obliga, sino que aseveran que prosiguen y proseguirán luchando por la república catalana, ya sea entre rejas, ya sea libres, amén de que no quieren ser indultados: quieren ser amnistiados; o sea, que no han cometido delito.

Estos, más los fugados, más los cerca de 3.000 encausados, más las decenas y decenas de miles de estómagos contentos, más los totalitarios de la CUP, Arrán, ANC y bandas de comités de una agresividad asesina, verán reforzada con la «misericordia» sanchista su lucha contra el Estado «opresor». Tener que escribir que esta jauría abomina de la «concordia» y de la «convivencia» que tan estúpidamente ha soltado Sánchez, ya cae en el ámbito de la burrez.

No se ha de perder nunca de vista que estos catalachales son racistas hasta la médula, desde dos posiciones extremas: la nacionalsocialista (JxC y ERC; es falso que este último sea un partido de izquierdas) y la estalinista (CUP, etcétera). Pedro Sánchez va a dar un mazazo a la democracia española, porque no solo alimentará a la ficción monstruosa de la pureza de sangre catalana, también dará de comer a la ficción vasca, navarra, valenciana, balear y, pronto, muy pronto, a la asturiana (por las lenguas, por las madrazas, por el derecho a decidir, derecho que es una alucinación). En definitiva, bien por un narcisismo patológico, bien por querer seguir gobernando con los apoyos de los grotescos xenófobos, bien por qué sabe qué, Sánchez se está erigiendo en el enemigo número uno del PSOE y del Estado de Derecho. 

(Nota final: quien sostenga que algo hay que hacer para desencallar el conflicto catalán, quizá se le ha de preguntar, por ejemplo: ¿acaso los fuera de la ley no deberían también hacer algo?)