La mirada de un escéptico

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Ruben Moreno | Efe

05 jun 2021 . Actualizado a las 10:06 h.

La palabra es reencuentro. «Reencuentro con Cataluña», dice la nota oficial que se difundió para matizar el cambio de ministros y, de paso, hacer propaganda de las prioridades de Pedro Sánchez. ¿A que suena sugestivo? La Moncloa cuida mucho ese tipo de definiciones. Forman parte de una buena política de imagen de un Gobierno que, para empezar, se empezó definiendo como «gobierno bonito». La operación reencuentro comenzó ayer, con la conversación telefónica entre Pedro y Pere, Sánchez y Aragonès, y en principio no tiene mala pinta: ambos tienen prisa por hablar y en política sigue valiendo lo que siempre ha dicho el pueblo llano: que hablando se entiende la gente. Por lo menos estamos pasando del choque al encuentro. Algo es algo.

A partir de este gesto, ya veremos. Intentar hay que intentarlo, pero las dificultades las conocemos todos. Para el independentismo el diálogo no es disposición a ceder, sino a arrancar sus dos objetivos irrenunciables, y ninguno de ellos cabe en la Constitución: amnistía y autodeterminación. Si no los arrancan, no existe diálogo. Por eso, cuando ayer se filtró que Sánchez quiere hablar de financiación y no de referendo, este cronista pensó: ojalá salga, pero difícil lo tiene. Y al revés: si aceptase el orden del día soberanista, este cronista estaría pensando: mal hombre de Estado es quien acepta de entrada una imposición.

Tal como están las cosas, veo que Sánchez acaricia con toda legitimidad el sueño de pasar a la historia como el hombre que solucionó el problema catalán o, como gusta decir en Moncloa, que «pacificó Cataluña». Veo también que habrá mesa de diálogo, pero antes habrá que establecer quiénes se sientan. Y veo que la disposición de Aragonès es buena, pero no es libre: desde el momento en que se comprometió a recoger el sentir de todos los demás partidos, tendrá que cumplir, y entre esos partidos están Junts per Catalunya de Puigdemont y la radical CUP, con bastante más influencia que el PSC o los partidos de la derecha estatal.

Total, que si se consigue algo será un milagro. Estoy por apuntarme a una idea que escuché estos días: ambos tratan de ganar tiempo. Exactamente, dos años: los dos años que faltan para las elecciones generales y los dos años que le faltan a Aragonès para someterse a la cuestión de confianza a la que se comprometió con quienes le votaron en la investidura. Coinciden en el calendario, pero nada más. Aragonès no puede llegar a la cuestión de confianza sin ofrecer algún avance en términos de autodeterminación, y Sánchez no puede llegar a las urnas de finales del 2023 habiendo hecho demasiadas concesiones al separatismo. Y una convicción final: podrá haber arreglos para ir tirando. No habrá solución definitiva mientras el «reencuentro con Cataluña» no tenga del otro lado la versión del «reencuentro con España». Y hoy por hoy, ni está ni se le espera.