La homilía de Junqueras

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Pau Venteo | Europa Press

08 jun 2021 . Actualizado a las 09:08 h.

La carta de Oriol Junqueras fue recibida con entusiasmo en el palacio de la Moncloa. «El presidente marca su primer tanto», me confesaba un alto funcionario de la Presidencia del Gobierno. Veo que la satisfacción se extendió por otros ámbitos, desde luego por Cataluña, donde el nada independentista Sánchez Llibre, presidente de la poderosa patronal Foment, se felicitó profusamente y llegó a Extremadura, donde su presidente también celebró el contenido de la misiva. Como Pedro Sánchez estuvo en Barcelona en el homenaje a Javier Godó, habrá regresado a casa todavía más convencido del acierto de sus pasos. Su pensamiento se parece mucho a este: «He conseguido que se acepte la vía de consenso que yo propugno; asume que no fue plenamente legal lo del 2017; está dispuesto a renunciar a la vía unilateral y está en la mejor disposición para sentarse en la mesa de diálogo».

Eso estará pensando el presidente Sánchez, a quien no se ocultará que la posición de Junqueras tiene dos importantes inconvenientes. El primero, que su razonable actitud no representa a todo el independentismo, porque por ahí anda su antiguo compañero de Govern Puigdemont, que sigue cargado de odios, no cree en el diálogo ni parece dispuesto a renunciar a la proclamación unilateral de la república catalana. Y por ahí anda también la CUP, que no representa tanto, pero ya dijo que no quiere subirse a ningún tren que no sea para el choque.

El segundo inconveniente es que Junqueras tiene palabras que suenan muy bien, pero sus aspiraciones siguen siendo la amnistía, el fin de la represión y un referendo pactado. La amnistía y el referendo no caben en la Constitución, y lo que don Oriol llama represión es la aplicación de la ley a quien ha cometido delito. Algunas de las cifras que maneja -los 3.000 «represaliados» con cuentas pendientes con la Justicia o las tres cuartas partes de catalanes que quieren referendo-son discutibles, pero, como nadie con autoridad las desmiente, se están convirtiendo en verdad oficial en Cataluña. Tampoco son el mayor problema.

Así que, puestas en la balanza las impresiones a favor y las dudas suscitadas, lo que le sale a este cronista es que Junqueras sí ofrece un cambio y como tal hay que valorarlo. Es un cambio que haya pasado de «que se metan el indulto por donde les quepa» a verlo y agradecerlo como gesto de distensión. Ha pasado del «ho voltarem fer» a aceptar que lo hecho puede no haber sido legal, lo cual supone una aceptación de la legalidad estatal. Y lo dicho: hoy por hoy no está en la declaración unilateral ni espera que todo se resuelva de forma inmediata. Pocos confían en el éxito del diálogo -y menos que nadie los partidos PP, Vox y Ciudadanos, casualmente los que el domingo vuelven a Colón-, pero creo que vale la pena intentarlo. Que la historia no pueda decir que ni siquiera se aprovechó una oportunidad.