Quimeras en el Real Sitio

OPINIÓN

Pedro Sánchez, en el Congreso durante una sesión de control al Gobierno
Pedro Sánchez, en el Congreso durante una sesión de control al Gobierno Emilio Naranjo | Efe

13 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay realidades, también quimeras, como los políticos, que, o para nada sirven, por eso inútiles, o sirven para mucho, por eso útiles, y al margen de poseer títulos de masters o doctorados, que, por ser de pacotilla, están muy desacreditados. Gracias a las quimeras, me vuelvo, revuelvo, a acordar de las cabras, tan protagonistas del anterior artículo, el de El Presidente Sánchez se cabrea. Ya en el Canto VI de La Ilíada, de la tormentosa Quimera se escribió que «era de raza divina, no humana: por delante león, por detrás serpiente, y en medio cabra»; ese monstruo fabuloso vomitaba fuegos, a diferencia de la otra monstruosidad, la llamada Jasconius, que, abajo, en las simas del Mar Tenebroso, vomitaba merluzas. 

Es que Sánchez, habitante de La Moncloa, que antaño fue agrícola Real Sitio, para suministro de guisantes de las menestras de la Casa Real, es él tanto realidad como quimera; un acontecimiento y un sueño; es como un huracán, llegado de lo que los italianos llaman venire de la gavetta, o sea, la pera y la repera, aunque, eso también, esté en concurso de acreedores por acumulación de cargas y gravámenes, incluidas hipotecas inversas. Tiene el Primero de Segunda a una dama, feminista de primera, que debería apellidarse Calva mejor que el masculino Calvo, que, por ser de Cabra, para evitar malsonancias insultantes, con aumentativos o diminutivos, llaman la egrabense. Y del Presidente dicen que gusta de artes de birlibirloque o de calés, tales como teatrillos de actores ambulantes, que distraen al personal tocando cornetas y tamboriles, y haciendo que baile una cabra en lo alto de un taburete. 

Sánchez acabará haciendo real lo que es una quimera, fantasía inalcanzable y mare magnum de la política, incluidos los indultos, que muchos no catalanes oyen como insultos lamentables. Lo que hace él, incluidas sus muchas ignorancias, parece espontáneo, pero está más ensayado que una ópera de estreno en el Real, y casi todo, como ahora tanto se escribe «un trampantojo». Llenó la Política, también por lo de los indultos, de teologías como encíclicas, que recuerdan a la revolucionaria fraternidad de todos, la fratellanza papal, lo que es meritorio en un incrédulo de Dios o un creyente por cortesía en visita vaticana. 

Primero dijo, con hinchazón retórica, lo del deber-ser de la evitación de la revancha y la venganza, siendo necesarios actos de amor; más tarde dijo lo de deber-ser generosos y responsables; y ahora lo de ser magnánimos. Más amor y amén Jesús. Cualquier día Sánchez subirá a una montaña y desde ella predicará las Bienaventuranzas. El caso es que, al mismo tiempo, no deja de hablar, y dicen que pactar, con Satanás; por eso mismo sería aconsejable que «La Moncloa» contrate a un exorcista, pues necesario será. Ya lo dijo Francisco a los cardenales de la Curia, con ocasión de la Navidad de 2020: «Con el diablo no se habla». Y que le llamen a Sánchez «endemoniado» pudiera ser peor que el apodo de «felón». Y mucho cuidado con la de Madrid, de Doña Ayuso, que es ya un Daoíz y Velarde con faldas, en la nueva «Guerra de la Independencia».   

El género literario, el llamado joco-serio, no es invención mía. Hace semanas, al leer el libro de Eduardo Alaminos López, titulado Ramón y Pombo, supe que lo que se llamó joco-serio correspondió, inicialmente, a unos dibujos o ilustraciones muy satíricas del siglo XIX, de moda desde el Trienio Liberal, las regencias de María Cristina y Espartero, la Revolución del 68, hasta la Primera República. Y una prensa, la de aquel tiempo, muy satírica; hoy apenas, pues es complicado reírse de los que pagan. Además, internet es muy de letras y poco de dibujos. Por eso, tal vez, lo satírico esté en las letras del que escribe, el emisor /emisor/a, que han de ayudar a que se dibuje en la cabeza del lector, receptor/a. 

Con el presente y con el anterior artículo, ya pueden los receptores/as hacer los dibujos satíricos que gusten, con o sin quimeras, y reírse como si tuvieren delante a payasos haciendo sus payasadas en circos redondos, antes del repique de músicas que anunciarán el «salto mortal».