Felices, pero no tanto

OPINIÓN

Paseantes en Oviedo. Varias personas disfrutan en la terraza de un bar de la ciudad
Paseantes en Oviedo. Varias personas disfrutan en la terraza de un bar de la ciudad EFE | Alberto Morante

14 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

A la hora del vermú, entre trago y mordisco, nos enteramos de que vuelven las fiestas de prao y el ocio nocturno, aunque todo a medio gas, un sí pero no, algo es algo. Y no es que me esté conformando, más bien me resigno. Las fiestas de prao con limitación a 2.500 personas en interior y 5.000 en exterior pasa más gente por mi caseta del Xirin que la que van a permitir; y el ocio nocturno hasta las 3:00 horas, cuando la noche se empieza a poner interesante, todo lo anterior son preliminares.

Avanzamos: cada vez más vacunados, mejoramos en los números de contagios, se vacían las UCI y desciende la mortalidad. Ya nos dejan estar 10 en una mesa de un bar, ni uno más, que la policía está a la que salta, y los que quieran en una casa, si no se queja algún vecino.

El verano está al llegar, más bien ya está aquí, y mientras avance esto, seguro que las medidas se irán relajando, todos haremos un poco más la vista gorda, como el año pasado que parecía que ya no había nada, y esperemos retomar la normalidad en septiembre. Y tirar a la basura de las palabras en desuso esa de «nueva normalidad», que es de las peores cosas y uno de los ataques más flagrantes que le ha pasado a la libertad de todos los ciudadanos.

Todo cambia para volver a ser como antes, pero seguimos sin las barras de los bares. Benditas barras que nos dan un punto de apoyo, que permiten que nos agarremos a ellas como el que se agarra a la vida, como esa tabla a la que se aferra el náufrago y de la que Rose excluyó a Jack en Titanic. Sin las barras me siento raro en los bares y los bares también, sin barra es como si les han amputado la parte más importante, donde se aparece el Espíritu Santo y sucede el arte. Que vuelvan ya, es necesario, lo necesitamos.

Mientras todas estas restricciones sigan podemos ser felices, pero no tanto como lo éramos antes ni como lo seremos cuando desaparezcan. Que esa rutina de días lluviosos y grises que empieza con San Mateo y el final del estío venga cargada del fin de la pandemia, de las restricciones. Que podamos comer el día 21 el bollo con normalidad y felicidad.