Tres encuentros en la cumbre

OPINIÓN

POOL MONCLOA

14 jun 2021 . Actualizado a las 09:11 h.

Dicen mis confidentes que hoy, en la cumbre de la OTAN, podrían producirse tres encuentros -asimétricos- con Joe Biden, cuyo objetivo se limita a generar tres fotos apresuradas para montar sendos relatos. El papel de Biden será el que cumplen la torre Eiffel o la Fontana di Trevi cuando llegan los recién casados a París y a Roma y se hacen un selfi para demostrar que estuvieron allí. Pero los que acuden, como medievales vasallos, al encuentro con Biden quieren hacer de su selfi un hecho histórico con el que darle la tabarra a sus nietos.

El primer encuentro será entre Biden y el centinela de la sede de la Alianza Atlántica, y recogerá el momento en el que Biden -rodeado de guardias- responda al marcial saludo del soldado, tocándose la frente con la mano derecha. El agraciado soldado buscará la mejor imagen, la llevará a un Photoshop para que borren todo lo que no sean Biden y él mismo, y pasará el resto de su vida fabulando, con nostalgia, sobre tan impactante encuentro.

La segunda foto será con Erdogan, a quien Biden considera un sultán insoportable, pero al que está dispuesto a concederle una fachendosa importancia a cambio de mantener operativa la garita oriental de la OTAN. Esta foto se la harán sentados, durará cinco minutos, y recogerá el momento en que -mientras los técnicos negocian el precio y la forma de pago que exige el turco- los mandatarios hablan del tiempo y miran compulsivamente sus relojes.

Y el tercer encuentro, sin confirmar, será con Sánchez, y se producirá, si es el caso, en un pasillo, cuando Biden se dé de frente con un señor alto y muy guapo, y se sienta obligado a darle la mano, mientras es informado por un oficial de protocolo de que es «the prime minister of Spain». Sánchez tendrá su foto, e inmediatamente se la enviará a Iván Redondo para que la «haga publicar» (sic) en todos los informativos de España y Marruecos, con comentarios que la contrapongan a la foto de Colón.

España es muy importante para la OTAN y EE. UU. Pero esa importancia se juega hoy desde Europa, con criterios muy estables y heredados, y sin que nuestro Gobierno tenga ninguna alternativa de política internacional. Por eso puede decirse que Biden tiene muy poco que hablar -salvo de los aranceles al aceite- con Sánchez. Y eso hace que la búsqueda compulsiva de una foto con Biden convierta a nuestro premier en un incordio pedigüeño, más parecido a las fans de Lennon, que daban cualquier cosa por un autógrafo, que a un político hecho y derecho que intenta vender un pasillo de Bruselas como si fuese la cumbre de Yalta.

Un síndrome que explica muy bien aquella escena de Sunset Boulevard, la genial película de Billy Wilder -con guion de Brackett- cuando el apuesto amante de Norma le explica su situación a la decadente estrella: «Norma -le espeta-, tienes cincuenta años. Eso no es ninguna tragedia si no quieres tener veinticinco». Sánchez -digo yo- tus apoyos son Rufián, Belarra y Otegi. Eso no es ninguna tragedia si no quieres arreglar el mundo con Joe Biden.