Imagen de archivo de copas en un local nocturno
Imagen de archivo de copas en un local nocturno

26 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La semana pasada volví a eso que ahora llaman ocio nocturno; que mis abuelos decían el baile o la pista; mis padres pubs y discotecas y mi generación llama a todo bares. Resumiendo, esos sitios que abren con nocturnidad y algarabía, donde la gente bebe, liga, baila, consume drogas: lo pasa bien. Todo esto nos lo quitó la pandemia. De qué sirve la fiesta si perdemos la vida, pero está volviendo, poco a poco, vuelve a renacer.

Muchos lugares míticos a lo largo y ancho de toda España han cerrado sus persianas para no volver a levantarlas jamás. Y esto no es triste sólo porque se cierren templos dedicados al hedonismo, que con lo mal visto que está ahora divertirse son una forma de resistencia, sino porque eran la forma de vida de muchas familias, de muchas personas que tenían un negocio y ahora no tienen nada.

Llevaba más de un año sin salir a beberme la noche, desde el 12 de marzo de 2020. Y no estaba nervioso, pero sí algo inquieto. Pregunté qué sentían a unos que hacían cola para entrar en un local, «Nada tío, llevábamos mucho tiempo sin estar a las 2:00 horas en un bareto, pero nos las hemos apañado para seguir saliendo y tal durante todo esto. Hemos terminado la EBAU y no vamos a quedar en kelo».

Las reservas de mesas se han impuesto en la mayoría de garitos, te pones en contacto y reservas una mesa para un horario y para adentro. «Lo tenemos todo controlado: control de aforo, la gente sentada en las mesas, uso de mascarillas, distancias de seguridad, calidad del aire. Nosotros funcionamos con reservas previas por WhatsApp y según franjas horarias. Ha sido un esfuerzo, tanto económico como personal, pero teníamos que volver. Espero que dentro de poco todo mejore y volvamos a estar como siempre: bailando sin parar y cantando hasta quedarnos afónicos», me dijo Álvaro Reina de LA RADIO.

Comprobé que aún faltaba para llegar a la normalidad, esa de la que antes disfrutábamos sin darnos cuenta. Cuántas veces hemos sido felices y no nos hemos dado cuenta. Pero la música seguía sonando, las cervezas estaban frías, el tintineo de los hielos sigue siendo el sonajero de los adultos y todo el mundo sonreía. Podría decir que más que volver a la noche, estamos volviendo; avanzamos en la dirección correcta.