Sufrir para pasar

Álvaro Boro

OPINIÓN

Stuart FranklinPOOL

29 jun 2021 . Actualizado a las 12:43 h.

Hacía mucho que no sufría tanto viendo un partido de fútbol. En las más de dos horas que ha durado el Croacia-España pasamos por todos los estados de ánimo posible, fuimos un país ciclotímico al ritmo de cantadas, goles, rebotes, casis y fueras de juego. Sufrir para pasar, que bien podría ser el título de una de aquellas novelas del oeste de Silver (Seudónimo de González Ledesma) pero fue lo que tuvimos que hacer para deshacernos de los croatas. Los niños de la guerra vencidos por los de la LOGSE: 3-5. Y esto viene a refutar una de las grandes mentiras que nos cuentan en la vida: pasarlo mal y sufrir te hace mejor. Cuando todo es mentira, lo único que te hace es haberlo pasado peor, nada más.

Comprobar que gozan de mejor tiempo en Copenhague que el que tenemos en Asturias, ya hace que uno empiece a ver el partido contrariado y replanteándose el éxodo: no ya por la falta de oportunidades, sino por la de sol. Que en el estadio hubiese mucho público y pudiesen beber cerveza, reconcilia a uno con este deporte; pero la lamentable actuación de los aficionados croatas, lanzando las birras al campo, hacen que todo sea peor: nunca es más bestia el hombre que cuando va en manada.

Llevábamos veinte minutos dominando, tirando dentelladas sin alcanzar la presa, hasta que el gol en propia de Pedri lo trastocó todo. El gol se lo anotaron a él, pero toda la culpa fue de nuestro portero. Unai Simón tragó como si de una pitón se tratase. Este chaval bajo las palos es un mina antipersona esperando que llegue un balón y vuele todo por los altos. La cantada fue antológica, de las que es muy difícil reponerse y pueden acabar con una carrera para siempre, y con razón. No me fiaba de Unai en un principio y menos lo hago ahora, me da igual que haya paradones luego, que los ha hecho, tiemblo en cada balón que le llega.

Empatamos, por lo legal o por lo criminal, gracias a Sarabia, que en una jugada de pachanga de amiguetes, consiguió colarla. Llegamos al descanso empatados con una Croacia desaparecida, salvo por Luka Modric; qué grande es este tipo, cuánto le aprecio y que mal me lo ha hecho pasar por jugar en el Madrid. De niño Modric se pasaba horas haciendo el pino para crecer, se lo había dicho un amigo; quizá por esto haya aprendido a descifrar y jugar a esto tan maravilloso que es el fútbol: cuando tiene el balón no sabe uno si juega con cabeza, piensa con los pies o ambas y viceversa.

Empezó la segunda parte con un Sarabia enchufadísimo, alguien le había dado cuerda y estaba en todos lados y con Pedri estructurando el juego de la Selección, y que hay quienes no le quieren de titular. El 1-2 lo puso Azpilicueta, con una jugada él arrancó cerca del área y terminó en gol, a lo Juan Palomo. El tercero lo fabricaron entre los Torres, en una jugada de esas de futbol base entre barro y charcos: sacó rápido Pau, puso un balón a mas de cincuenta metros y Ferrán recogió el pase e hizo gol.

Creíamos todo hecho, pero en menos de veinte minutos los Croatas olieron el miedo y el cansancio y consiguieron el empate: 3-3. De estar celebrando, pensando en otra cosa y cuadrando la agenda para el viernes; nos vimos de nuevo recogiendo el petate y de vuelta a casa. Porque ellos no apretaron más, tuvimos suerte y les falta calidad, porque si algo de esto falla decimos adiós.

Llegamos a la prórroga con los equipos reventados. La Selección gastaba sus fuerzas con cuentagotas, aguantando los golpes croatas con heroísmo y devoción. Pero quien resiste gana, y Morata rompe su maleficio con un trallazo que nos da el pase a cuartos; celebra frente a los aficionados rivales y enloquece, esperemos que sea el primero de muchos, que para eso está. Aún hubo tiempo de que Oyarzabal pusiese el 3-5, y así pudimos descansar de tantas emociones y sobresaltos. Estamos en cuartos, que tiemblen los suizos.