Las pensiones de los «baby boomers»

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

ALBERTO LÓPEZ

06 jul 2021 . Actualizado a las 10:44 h.

Hay reflexiones que deberían masticarse en silencio o reservarlas para ser contrastadas en el foro adecuado. Como la del ministro José Luis Escrivá, al sugerir que la generación del baby boom se jubilará un poco más tarde o cobrará un poco menos de pensión. Declaración políticamente inoportuna, porque emborronó los avances del primer acuerdo logrado, soliviantó a los agentes sociales y dio alas a los catastrofistas que, tomando la parte por el todo, se apresuran a extender el certificado de defunción: el sistema de pensiones públicas no es sostenible.

La culpa, en esta ocasión, recae sobre los baby boomers. Un aluvión de once millones de españoles -nueve millones de trabajadores en activo-, nacidos entre 1959 y 1975, que pronto comenzarán a esquilmar las exhaustas arcas de la Seguridad Social: cobrarán pensiones más elevadas y durante más años que sus antecesores. Están en su derecho. Ellos cumplieron su parte del convenio: pagaron, y seguirán pagando hasta el día del retiro, las pensiones de sus padres. Y ahora exigen, en la lógica de un sistema de reparto, que sus hijos paguen las suyas. Y ahí surge el gran problema: los baby boomers son legión numerosa y sus hijos son pocos y precarizados, diezmados por el paro y con salarios recortados por dos crisis casi consecutivas.

Visto así, el sistema no se sostiene. Las pirámides invertidas pueden mantenerse un tiempo en precario equilibrio, pero necesitan ser apuntaladas para que no se desplomen. En eso consiste la reforma: establecer los contrafuertes para evitar que el sistema colapse durante el desembarco de los baby boomers.

Solo mientras se jubila la generación más nutrida de la historia, porque, después, el sistema tenderá de nuevo al equilibrio. La cojera es temporal: se agravará hasta el 2050, cuando se prevé alcanzar los quince millones de pensionistas, y empezará a corregirse desde esa fecha, con una paulatina disminución del gasto y del número de pensionistas. El calendario importa, incluso a la hora de diseñar medidas. Por ejemplo, el destope de las bases de cotización y correlativo aumento de la pensión máxima: merece la pena si comporta mayores ingresos hasta el 2048, aunque suponga mayores desembolsos más tarde.

Quedan, por tanto, veinticinco años de dura travesía. Hay que pagar las pensiones de los baby boomers. Tiene razón Escrivá cuando afirma que todo el sacrificio -él le llama esfuerzo- no puede recaer sobre los hijos: bastante tienen los pobres con buscar empleo o llegar a fin de mes. Pero tampoco es de recibo pedirle un sacrificio adicional, en forma de recorte, a la generación del baby boom. El esfuerzo debe compartirse entre todos: el Estado como último garante de las pensiones públicas. En el peor de los casos, si la productividad no crece lo suficiente ni los inmigrantes acuden en masa a echarnos una mano, en el 2050 destinaremos al pago de pensiones el 16 % de toda la riqueza -PIB- generada ese año. Italia ya lo está haciendo con tres décadas de antelación. Y todavía no entró en bancarrota.