Solo hay un camino

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto S. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

Rosa Veiga

14 jul 2021 . Actualizado a las 09:49 h.

En su toma de posesión, Félix Bolaños, que según parece va a ser el ministro estrella, hizo votos para recuperar «nuestras vidas» y «una vida plena». De momento lo que recuperamos son las restricciones, los toques de queda, las cifras insoportables de contagios y las amenazas de regresar a los tiempos que creíamos ya superados.

Y es que vamos a tener que cambiar la manida frase de que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra por la de que es el único que trompica a perpetuidad. Cuatro olas de coronavirus que nos dejan más de cien mil muertos deberían de ser suficientes para no volver a caer en los mismos errores. Pero ahí estamos de nuevo. Con un crecimiento de contagios inédito en Europa; una incidencia en torno a 400, que se va a los 800 entre los jóvenes, y una evolución explosiva de contagios que pone los pelos de punta.

Volvimos a la casilla de salida y ya comenzamos a escuchar las mismas voces. Unos reclamando subvenciones, otros eludiendo responsabilidades, los más idiotas asegurando que no van a sacrificar su ocio y Díaz Ayuso descartando nuevas medidas. Y las administraciones instaladas en la indecisión. Nada nuevo.

Y no podemos buscar culpables de esta nueva situación. Lo somos todos. La percepción de que ya estamos a salvo, la relajación de las medidas, la nueva variante, el desprecio a mantener la prudencia, los botellones, fiestas, juergas, aforos, movilidad desenfrenada y los imprudentes nos han traído hasta aquí. Y los mandarines, por eso de que hay que pensar en el desgaste, no son capaces de poner freno a una realidad que todos conocíamos y que cada mañana aparecía denunciada en las páginas de los periódicos.

Para acabar con esta pesadilla solo hay un camino. Podemos poner todas las fichas en apostar por la vacunación o en la menor mortandad de la Delta, pero vemos que no es suficiente. La única senda que nos queda es la de la responsabilidad. Y la de la determinación. Porque año y medio después parece que aún no tomamos conciencia de la gravedad de la pandemia. Y una parte importante de nuestra vecindad sigue viviendo como si aquí no pasase nada. Con el beneplácito y la complacencia de quienes tienen el deber de impedirlo.