¿Por qué gestionar el éxito es difícil?

Rafael Arriaza
Rafael Arriaza DIRECTOR DEL INSTITUTO MÉDICO ARRIAZA Y ASOCIADOS

OPINIÓN

MABEL RODRÍGUEZ

26 jul 2021 . Actualizado a las 09:01 h.

Hablando con dos amigos -entrenadores de primer nivel en dos deportes completamente diferentes- salió a relucir la enorme dificultad de gestionar el éxito. No solo a nivel individual, que también, si no aún más a nivel colectivo. El éxito de un sistema de entrenamiento, de juego, de sociedad, puede llevarnos al fracaso. Sea a corto o sea a medio plazo, es casi una ley universal. El resumen es que del fracaso es posible aprender, pero del éxito habitualmente, no. De hecho, cuando perdemos en el deporte o algo no nos sale bien en la vida, no suele quedar otro remedio para poder pelear por el éxito que replantearse lo que se ha hecho mal y cambiar. Miramos hacia los que tienen éxito y copiamos, adecuando su sistema a las posibilidades reales que tenemos, lo que muchas veces da lugar a sistemas nuevos, que pueden superar al original. Lógicamente, no todos esos cambios tienen éxito. Unos fracasarán y volverán a empezar, y otros serán exitosos. Sin embargo, si un sistema tiene éxito, lo normal es aferrarse a él. Si te va bien, ¿para qué cambiar? Pero la evolución de los adversarios suele hacer que imiten tu sistema, muchas veces mejorándolo, al aportar sus propias características (mayor fortaleza física, mayor velocidad, mejor técnica, una adaptación táctica obligada por la estatura de los jugadores de que se dispone, como el famoso «tiki-taka», etcétera) que pueden hacerlo más exitoso. Es un principio básico de adaptación que ha llevado a la desaparición en el mundo del deporte de equipos, competidores o países del medallero, y en la naturaleza a la extinción de especies e imperios. Y por supuesto, a la desesperación de muchos, que no han entendido lo que estaba ocurriendo. Y esto probablemente va a ser cada vez más frecuente y más rápido. Hace poco tiempo -evolutivamente hablando, unas décadas son apenas un pestañeo- los humanos nos basábamos en la observación meticulosa y repetida durante generaciones para predecir algunos acontecimientos, para dar consejos sobre las cosas básicas que influían en nuestra vida. Incluso algo aparentemente banal, como decidir si un negocio debía montarse en una acera u otra de la calle llevaba muchas horas de observación, de reflexión. Así decidió Pancho, el fundador de Otero Moda, que ahora regenta su hija María, donde tendría más posibilidades de funcionar bien su proyecto. Donde diera más sol y en la acera por la que bajase y subiese más gente. Y esa decisión se demostró acertada, permitiendo la longevidad de un negocio que, según los estándares actuales y la ley de probabilidades, debería llevar ya tiempo cerrado, pero que ha sobrevivido -no sin trabajo- convirtiéndose en un icono de la Avenida de Finisterre. Por desgracia, ya no tenemos tiempo para esa reflexión. Las cosas -la vida- van demasiado deprisa, y han aparecido algoritmos diseñados por sistemas de inteligencia artificial para tomar decisiones. Lo que ocurre es que muchos, casi todos, estamos atrapados entre dos mundos: el mundo más tradicional, que nos impulsa a tomar las decisiones que creemos que van a tener éxito basándonos a veces en cosas que ya no existen, a montar negocios que deberían funcionar y que sin embargo se ven obligados a cerrar en poco tiempo; y el mundo moderno, algorítmico, logarítmico, que nos ofrece otras opciones para calcular lo que va a tener éxito y lo que no, y que muchas veces también nos lleva al fracaso porque no logra contemplar todos los elementos de la ecuación y nos da un resultado erróneo que hace que suspendamos el examen de la vida. Los cirujanos habitualmente aconsejamos a nuestros alumnos que no sean los primeros en adoptar una técnica, ni los últimos en abandonarla. Es decir, que utilicemos los algoritmos, pero con cautela, sin dejarnos deslumbrar por ellos, por muy «modernos» que sean, y que atendamos también a la experiencia -que, en el fondo, no es más que un algoritmo de decisión basado en la observación acumulada por la humanidad y por cada persona- antes de tomar decisiones cruciales.