Aquel que sabe que su matrimonio no pasa por su mejor momento anda aterrado por las inminentes vacaciones en familia. Si viéndose apenas un rato por la mañana y por la noche, como en el resto del año, la cosa no marcha, imaginemos lo que será las 24 horas del día soportándose. Máxime en una época como la que estamos viviendo en la pandemia, donde la incertidumbre y el desempleo de muchos no ayuda en absoluto. Según todos los indicadores, tras el verano se produce el mayor número de divorcios en nuestro país. La rutina se convierte en la estrella de las vacaciones y su protagonismo acaba pasando factura. Ni un solo minuto para la pareja que tiene que estar todo el día atendiendo a esos niños tiranos que no les permiten tener un solo minuto de descanso. Que si el helado, el castillo de arena o los manguitos para meterse por enésima vez en el agua. Y es que los hijos no siempre unen. Es más, a veces no hay nada que tanto ayude a romper una relación. Son legión los que en mi despacho de abogado de familia me comentan que el 90 % de las discusiones habidas entre el matrimonio son por culpa de las distintas maneras de pretender educar a los hijos. Por eso mi consejo: jamás ningún miembro de una pareja desautorice al otro delante de sus vástagos. Y no les permitan todo sistemáticamente. Eso los empodera y los convierte en crueles dictadores hasta que la situación familiar se hace insostenible y el matrimonio se va al traste.