La Cataluña vaciada

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

29 jul 2021 . Actualizado a las 09:22 h.

Hace unos días, un familiar de este cronista -gallego, naturalmente- que vivía en Barcelona desde hace más de cuarenta años me comunicó que se había venido a vivir a Galicia. Y por los motivos que me dio -«no aguanto más allí»- no es el caso del emigrante que quiere vivir su jubilación en el lugar donde nació. Es un hombre harto del ambiente independentista. Ayer se publicaba la siguiente información, bastante más trascendente que la de este caso familiar: los jueces siguen abandonando Cataluña; el año pasado un total de 37 concursaron para marcharse a otros lugares de España y la tendencia continúa, hasta el punto de que casi el 10 por ciento de las plazas están sin cubrir.

Podemos añadir otras «bajas» notables entre los habitantes de Cataluña: los directivos de empresas que han situado sus sedes sociales en otras regiones; los agentes de la Policía Nacional y de la Guardia Civil que se mantienen en Cataluña a base de incentivos, y los profesionales de diversa condición que se han venido a vivir a Madrid, y no solo por razones fiscales -que deben ser muchos por lo que está investigando la Agencia Tributaria-, sino porque no encuentran un ambiente agradable para seguir viviendo en la acogedora tierra catalana. Hace años, cuando ni siquiera se pensaba en el procés, una dirigente catalana del Partido Popular nos confesaba a un grupo de periodistas en Madrid uno de los problemas de los jóvenes: «el que no es independentista no se integra». Parece razonable pensar que ya no es un problema exclusivo de los jóvenes.

Lo penoso para un análisis periodístico del fenómeno es que no hay datos. No conocemos el número de personas que sufren una presión que al final les parece insoportable y aprovechan cualquier circunstancia para escapar.

Pero parece también razonable sospechar que quienes huyen, si se me permite usar esa palabra, es porque son españolistas de nula simpatía con el independentismo. Y, si eso es así, ¿sorprendería a alguien que los sectores más radicales del secesionismo fomentasen el acoso o la marginación para conseguir sus objetivos políticos? Cuantos menos españolistas queden en Cataluña, más posibilidades tendrán de éxito, y cuantos menos haya para votar en una hipotética consulta, menos votos tendrá el Estado. Quizá por ahí vaya la idea de Oriol Junqueras de que la independencia espere a la creación de una mayoría indiscutible. Para eso se confía tanto en la propaganda como en la política poblacional.

La estrategia es por lo menos tentadora. Tiene algo de depuración social, pero no hubo en la historia del mundo ninguna construcción nacional que no la tuviera, de la misma forma que hechos históricos de repoblación buscaron el fin contrario. Lo que me sorprende es que nadie haya caído en este detalle. Y lo que no me sorprende es que ningún independentista hable de la Cataluña que se puede vaciar.