Mejor el Gobierno, peor el Estado

Fernando Ónega
fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Manuel Laya

31 jul 2021 . Actualizado a las 10:49 h.

Hoy termina el curso político. Por lo visto, el alumno que recibe mejores notas es el presidente del Gobierno que, de forma tan oportuna como oportunista, ofreció una rueda de prensa para concederse a sí mismo la medalla de oro de la gestión. Hablo de oportunismo, porque no hizo esa comparecencia al término del Consejo de Ministros del martes, como solía ser habitual; la convocó el jueves, día 29, que era la fecha de la publicación de la EPA que dice que en el primer semestre se recuperaron nueve de cada diez empleos destruidos por la pandemia; el día en que el ambiente hablaba del éxito de la vacunación, pero él no habló de los contagios, que debe ser cosa de las autonomías; y el día en que los medios anunciaban una buena recuperación económica. Con esos datos ponía, además, una alfombra roja para entrar ayer en la Conferencia de Presidentes. Y políticamente marcaba un nuevo tono: pasaba de la estrategia diseñada en la cerrada «factoría Redondo» a la propaganda que se acentuará a medida que se acercan las elecciones.

Inmediatamente después, Pablo Casado cumplió con la tradición de exponer la opinión justamente contraria: la situación del país es desastrosa, Sánchez está agotado, se impone un rápido relevo. El resumen del combate es que ambos tienen algo de razón, pero no toda la razón; que Sánchez tiene que revisar su discurso porque, teniendo lógica, a la mayoría de los analistas les parece excesivo y cansino, y que Casado debe reconsiderar su estrategia dialéctica: hubiera sido más creíble si, además de emplearse a fondo en la crítica, reconociese lo positivo. Si niega la verdad estadística, pierde credibilidad en su mensaje. Y creo que así no gana las elecciones, por mucho que ahora mismo le sonrían las encuestas.

En cuanto a la valoración general del curso, celebro que el país esté mucho mejor que hace un año y que la opinión pública, según el último estudio de Metroscopia, ha superado el pesimismo fatalista de la pandemia: solo el 8 % piensa que lo peor está por llegar y no es momento de la reactivación económica.

Los lamentos siguen siendo que el Gobierno está obsesionado con su imagen y no hizo lo suficiente para evitar el deterioro institucional, hoy más grave que el 31 de agosto de 2020. El bloqueo en la renovación de esas instituciones supone un fracaso que pone en riesgo al Estado de Derecho y da alas a los antisistema. La cogobernanza ensayada fortaleció algo el modelo autonómico, pero no evitó que su desarrollo se siga planteando contra el Estado, sobre todo en Cataluña, y así no es posible el ensueño federalista, solución que falta por ensayar.

La economía sigue marcada por un endeudamiento que complicará a varias generaciones. Y lo peor para hablar de normalidad: la política sigue siendo un combate por el poder, en vez de ser una oferta de soluciones alternativas a los problemas del país.