Chaves Nogales para todo

Carlos Javier Avilés López DOCTOR EN ESTUDIOS HISPÁNICOS Y PERIODISTA

OPINIÓN

24 ago 2021 . Actualizado a las 08:54 h.

Comienza a ser una tradición de la política española invocar a Manuel Chaves Nogales cada cierto tiempo para ilustrar las más variopintas posiciones políticas, que, invariablemente, acaban resultando ser ajenas al periodista sevillano. El último episodio de esta incipiente costumbre tuvo lugar durante el debate televisado de los candidatos a presidir la Comunidad de Madrid, donde el representante de Ciudadanos, Edmundo Bal, aseguró: «Yo no sé en qué bando estaría en la Guerra Civil: me temo que en ninguno, como Manuel Chaves Nogales».

Conviene recordar que el prólogo de A sangre y fuego (1937) no es lo único que escribió el periodista sevillano, aunque sí parece lo único que de él han leído algunos. Si quiere uno hacerse una idea sobre la evolución de la posición de Chaves, es necesario acudir a sus crónicas de la Guerra Civil, recogidas en su obra periodística, editada por María Isabel Cintas en el 2013, o en la edición del 2011 de las mismas de Renacimiento (con excelente prólogo de Santos Juliá), o en la reciente edición de las obras completas del periodista editadas por Ignacio Garmendia en Asteroide. Esas crónicas están llenas de matices, pero, sin riesgo de caer en una simplificación excesiva, podemos afirmar que Chaves nunca dejó de defender la legitimidad del régimen republicano.

Ahora bien, según el periodista sevillano, no todos en el bando republicano defendieron siempre la República democrática. Pero eso no significa que él no tomara partido a favor de la misma, o de la paz cuando la victoria ya no era posible. Santos Juliá, en el mencionado prólogo, resume bien la postura de Chaves, a quien su compromiso con la legalidad republicana desde 1931 le costó la condena del Tribunal de Represión de la Masonería y el Comunismo franquista y la muerte en el exilio. Por ello, resulta paradójico que en el 2018 Guillermo Mariscal, entonces diputado del Partido Popular, para reprocharle al Gobierno sus planes para desalojar a Franco de su fúnebre mausoleo apelara al periodista sevillano, cuyo cuerpo descansa en Londres sin una lápida que lo recuerde.

Vemos, por tanto, que no es la del señor Bal la única mención tendenciosa a Chaves Nogales en el ámbito de la política española. No son raras ese tipo de declaraciones por parte de escritores y políticos aventurando la postura que Chaves habría tomado ante algún acontecimiento de la actualidad, ni afirmaciones como las de la ex portavoz parlamentaria del PP, Cayetana Álvarez de Toledo, que el 26 de abril del 2019 aseguraba que su antiguo partido pertenecía a «la derecha que representa Chaves Nogales».

Esgrimía la señora Álvarez de Toledo en esa ocasión la condición de «pequeño burgués liberal» de Chaves, desconociendo o aparentando desconocer las variaciones del significado de la palabra liberal a lo largo de la historia. Así, por ejemplo, Javier Moreno Luzón señala en la entrada Liberalismo del Diccionario político y social del siglo XX español, editado por Juan Francisco Fuentes y Javier Fernández, que en los años veinte del pasado siglo la defensa de las libertades se asociaba «a las izquierdas, amigas del progreso y de la europeización del país, frente a unas derechas motejadas de reaccionarias, oscurantistas o incluso ultramontanas». Por otra parte, resulta absurdo equiparar una posición política de hace un siglo con una actual. En cualquier caso, harían bien tanto PP como Ciudadanos en usar menos la figura de Chaves y leer más su obra: por ejemplo, sus crónicas alemanas de 1933, en las que podrían descubrir los peligros de contemporizar con la extrema derecha.

Chaves era el republicano español en el exilio londinense «menos afectado por el rencor político», según su necrológica en el Manchester Guardian. Valiéndonos de los términos de otro liberal andaluz, Ángel Ganivet, podríamos decir que Chaves Nogales era un hombre de ideas redondas, que «inspiran amor a la paz», en contraposición con las ideas picudas, que incitan a la lucha. Por eso también llama la atención que en el 2018 Pablo Iglesias le regalase el reportaje «¿Qué pasa en Cataluña?», del sevillano, a Joaquim Torra; dos amantes de la épica a los que Chaves hubiese desmitificado estupendamente con su ironía y su apego a la medida de lo humano. Vemos, por lo demás, que no solo la derecha utiliza la figura del célebre periodista.

En cualquier caso, ahora que la democracia representativa vuelve a estar amenazada por populismos, nacionalismos y fascismos de nuevo cuño, conviene seguir visitando la obra de Chaves. Por ejemplo, ante la creciente negación del otro como sujeto político válido puesta de manifiesto en las últimas campañas electorales cabe contraponer estas líneas del periodista: «Cada vez soy más fervoroso partidario de la compenetración. Creo que todo lo que se hace en el mundo es producto de fusiones de ideas, sentimientos o fuerzas. Lo peor del mundo es el aislamiento, las fronteras, el ignorarse los unos a los otros, el negarse».

En definitiva, se trataba de un hombre tolerante que, sin embargo, no quiso ser solidario con ninguno de los asesinos que proliferaron en los dos bandos en los que se partió España, lo que no mermó su apoyo a la República democrática y parlamentaria, de la que se declaraba ciudadano en el prólogo de A sangre y fuego. Por tanto, hace bien Ciudadanos en reivindicarlo. Pero no debería confundir su ecuanimidad y su pensamiento crítico con una equidistancia que no era en absoluto representativa de Chaves.