Pablo, la china en el zapato de Yolanda

Fernando Hidalgo Urizar
Fernando Hidalgo EL DERBI

OPINIÓN

Eloy Alonso

09 sep 2021 . Actualizado a las 08:50 h.

Lo apuntaba Fernando Ónega, Yolanda Díaz tendrá que ejercer su liderazgo en Unidas Podemos con una piedra en el zapato. Una piedra del tamaño de Pablo Iglesias, que ya ha vuelto a la vida pública y que, por supuesto, viene dispuesto a hacerse oír. El exjefe podemita, desde su pasión por los medios de comunicación, es probable que no resista la tentación de querer liderar la izquierda radical a través de sus medidos mensajes escritos, sonoros o audiovisuales.

El que muchos llamaron y llaman macho alfa, no ha nacido para ocupar un segundo plano en aquella actividad que decida desarrollar y, no cabe duda, que vamos a asistir a un bombardeo ideológico que está condenado a cruzarse en el camino con la política ferrolana, quien va a tener que hilar muy fino para erigirse de verdad en la voz cantante de su formación política y no en una segundona puesta ahí a dedo por quien de verdad es importante.

Desde luego, Yolanda Díaz se ha ganado una buena fama en el Ministerio de Trabajo. Ha sido capaz de trabajar codo con codo con todos los agentes sociales y alcanzar numerosos acuerdos. Todo ello con un buen talante y sin renunciar a sus principios básicos. Hasta la fecha, ha sido una ministra de éxito. Y todas sus conquistas llevan su única e intransferible firma. No tiene nada que agradecer a Pablo Iglesias y en la última encuesta del CIS figuró como la política española mejor valorada, cuatro décimas por encima de la puntuación obtenida por el presidente del Gobierno Pedro Sánchez. No olvidemos que cuando Pablo Iglesias era vicepresidente sus puntuaciones en los trabajos del CIS andaban incluso por debajo del 3, frente al 4,7 que recibió Díaz en julio.

Quizá Yolanda no levanta entre sus incondicionales las pasiones que desata Iglesias entre los suyos, pero lo que es mucho más obvio todavía es que genera muchísimo menos rechazo y su contribución a un clima político sosegado es mucho mayor. La vicepresidenta segunda del Gobierno es capaz de entenderse con personas y organizaciones radicalmente diferentes a sus posiciones. Y, si no se entiende, tampoco incendia el campo de juego. Díaz puede querer derogar la reforma laboral, aumentar el salario mínimo interprofesional y arañar más derechos para los trabajadores, pero a diferencia de Pablo Iglesias no llama ladrones a los empresarios.

Igualmente, Iglesias ha demostrado que tocó techo electoral y que acabó por convertirse en un problema para Unidas Podemos. Su último intento político, presentarse a las elecciones autonómicas madrileñas, dejó claro que su carisma, que lo tiene, está reñido con su atractivo en las urnas.

Dicho todo esto, volvamos al principio, Yolanda Díaz tiene una piedra en el zapato y va a tener que hilar muy fino para poder sobreponerse a su exlíder y al entorno que todavía le rinde pleitesía y lealtad. Por muy buena empatía que hayan mantenido siempre los dos, la gallega necesita librarse cuanto antes de la alargada sombra de Pablo Iglesias. Y no se lo van a poner fácil.