Si en algo coinciden Pedro Sánchez y Pablo Casado es en sus enroques y en su gusto por las fotos con sus, digamos, homólogos. Cuando aún resuenan los ecos de la alienígena estampa de pasillo de Sánchez con Joe Biden —a estas alturas afganas, es mejor no presumir mucho de ella— emerge la de Casado con Angela Merkel en un receso del encuentro del Partido Popular Europeo en Berlín. Las consecuencias del saludo entre una lideresa que se va y un líder que pretende serlo son una incógnita. Contemplando la foto, ni siquiera es fácil discernir si Casado está mostrando su clásica sonrisa de fotomatón cuando una cámara le ronda o aguantando el dolor, la canciller es dura, tras hacerse papilla los nudillos. Dicen que todo se pega, menos la belleza. ¿Y si de este contacto emergiera un Pablo Casado más sólido, con más templanza y liderazgo? Si nos fiamos de la mirada de Merkel, con que el chico gane algún día unas elecciones ya se puede dar con un canto en los dientes.