Beneficios caídos del cielo

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

MONICA IRAGO

16 sep 2021 . Actualizado a las 08:23 h.

Las metáforas y otras figuras retóricas no son exclusivas de la literatura. En la esfera de la economía y las finanzas proliferan tanto como en las obras de los clásicos. Algunas, de puro uso, ya nos pasan desapercibidas. Como lo del repunte tímido, que recuerda al cohibido adolescente en su primer lance de amor, o el crecimiento desbocado o galopante que sugiere el trote del caballo. La metáfora es «una comparación abreviada», decía Aristóteles. Mi predilecta era la del capital golondrina -o anduriña, en versión gallega-, ese pájaro que aplaudimos a rabiar cuando viene a hacer su nido en nuestro balcón y que abucheamos y desata movilizaciones cuando levanta el vuelo. Pero ya no. La incesante escalada del megavatio ha puesto de moda una expresión mucho más gráfica y expresiva: los beneficios caídos del cielo. El concepto no es original: los windfall profits, beneficios extraordinarios o inesperados, ya existían antes que las compañías eléctricas. La genialidad reside en la traducción, una muestra de creatividad española ante la que, como don Latino de Hispalis, me quito el cráneo.

Por si queda algún despistado, aclaremos que ese maná llovido del cielo multiplica las ganancias de las compañías que explotan centrales nucleares, saltos hidroeléctricos y parques eólicos. Producen energía barata pero la cobran, cuando la demanda aprieta, al precio de la más cara: la que generan las centrales térmicas de carbón o de gas. Y estas, ya se sabe, marcan precios cada vez más elevados porque sus costes también aumentan: Bruselas las penaliza por sus humos y el gas natural sube en globo hacia las nubes. En lo que va de año ha duplicado su precio. Cada vez que Putin cierra el grifo ruso, Noruega restringe el suministro de gas o arriban a puerto menos buques metaneros de Estados Unidos, la factura de la luz se dispara y arrecia la lluvia de beneficios que caen del cielo. A mal de muchos, ganancia de pocos, porque, ya lo habrán adivinado, las nucleares y los embalses están en las mismas manos que las térmicas: las del oligopolio eléctrico.

El Gobierno se propone frenar el caballo desbocado de los precios de la luz. Pretende rebajar la factura hasta un 30 % este año y situarla, para los clientes de tarifa regulada, en un nivel similar al de 2018: 50 euros mensuales por recibo. Que lo consiga está por ver. Lo que sí ha logrado ya es indignar a las eléctricas y que estas comiencen a aporrear los tambores de guerra. El Foro Nuclear -el oligopolio- amenaza con paralizar las centrales y enseñar a clientes y contribuyentes lo que realmente vale un peine. Las eléctricas -el oligopolio- retan al Gobierno a verse las caras en los tribunales. No permitirán que se recorten o mancillen, ni siquiera temporalmente, sus beneficios caídos del cielo. La oposición política cierra filas con el oligopolio y condena la medida «confiscatoria» de carácter «peronista». Y uno comprende su cruzada, porque vamos a ver: si el dios del cielo, a lo mejor encarnado en Putin y otros señores del gas, les concedió ese maná, ¿quién es Sánchez para arrebatárselo?