Las eléctricas y la guerra nuclear

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

emilio moldes

19 sep 2021 . Actualizado a las 09:41 h.

La factura eléctrica. Esa es la cuestión. Siempre ha sido como ciertas obras de arte contemporáneo: cara e ininteligible. Pero en los últimos tiempos es como si hubieran comenzado a desatarse sobre los españoles las siete plagas energéticas. Lavadoras de madrugada, discusiones por el secador, psicosis con los cargadores de móvil, vaciado de los embalses, parada de las centrales nucleares... Parecía que lo de pulsar botones nucleares era solo una cosa de Donald Trump o de Kim Jong-un. Pero no. Otros tienen sus propias armas. Y amenazan con utilizarlas si se reduce el tamaño del exprimidor que manejan o si la naranja se les vuelve amarga.

Es llamativo que no haya descargado su tormenta sobre las empresas eléctricas el Banco de España, ese carísimo oráculo que exhibe una agilidad de felino para calcular el impacto negativo que tendrá la subida del salario mínimo en el empleo y los beneficios generales que aporta retrasar la edad de jubilación y abaratar el despido. Porque para la producción y para el consumo estas facturas de la luz tienen que ser veneno puro. Pero con el Banco de España hemos topado. Locuacidad selectiva. Latigazos gourmet. Solo son insostenibles ciertas facturas. Este organismo tampoco parece tener opinión sobre cómo afectan a la economía y la vertebración de la España vaciada el cierre de las sucursales bancarias. Pese a su manejo de datos estadísticos y a su habilidad para las profecías en general. Dirán que ese no es su negociado. No importa que parte de nuestra tierra se quede con los mismos servicios y población que Fukushima.