Rincones oscuros

OPINIÓN

PACO RODRÍGUEZ

23 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Leí el libro hace bastantes años durante la primera semana del mes de agosto. Me pareció absolutamente perturbador. Me abrumó aquella búsqueda imposible, esa transformación de su odisea personal en una novela de detectives aficionados, pero quizá no tanto como su dolorosa sinceridad. Geneva Hilliker, la madre de James Ellroy, fue violada y asesinada cuando él tenía diez años, en 1958.

Ellroy fue a vivir con su padre, un antiguo agente de Rita Hayworth, a raíz de esto. Tuvo una infancia y juventud complicadas. Su padre le regaló un libro sobre crímenes reales que le marcó para siempre. Desarrolló una obsesión con el asesinato de su madre paralela a la obsesión por el asesinato de la joven Elizabeth Short, la tristemente conocida Dalia Negra que apareció descuartizada y eviscerada en un descampado de Los Ángeles en 1947. De este crimen real surgió su novela La Dalia Negra, y de ambos casos, el de su madre y el de Elizabeth Short, surgió su libro autobiográfico Mis rincones oscuros. Para ello se asoció con un detective, Bill Stoner. El libro tiene dos historias diferentes que tal vez sean la misma: por un lado, la delirante búsqueda del asesino de su madre de la mano de Stoner casi cuarenta años después del crimen y la sombra persistente de la sospecha sobre si a Elizabeth Short y a Geneva Hilliker las mató la misma persona. Por otro, Ellroy plasma sus recuerdos de una infancia y juventud disfuncionales, llenas de rincones oscuros. Esos rincones incluyen adicciones, voyeurismo, robo de ropa interior femenina, militancia infantil en grupúsculos de extrema derecha y un padre indolente, entre otras cosas.

El James Ellroy de hoy no es aquel chico que robaba bragas, ni aquel que con diez años perdió a su madre. s quien es no gracias a ello, sino a pesar de ello. No todos tenemos una historia tan tremenda que contar como la del escritor angelino, ni el coraje para desgarrar al lector sin respiro que tiene el libro. Aquel verano, aquella semana, sus páginas me acompañaron a cualquier lugar hasta que terminé de leerlo y me quedé pensando durante días que ya ninguna historia me podría impactar tanto. Me hizo reflexionar mucho.

Hace años que sé que todos tenemos nuestros rincones oscuros. No importa lo puro que se exhiba uno, es una imagen falsa, una fantasía con la que buscamos agradar. Una distorsión de la realidad.

Esos rincones oscuros en cada uno de nosotros generalmente no son dañinos más que para nosotros mismos cuando salen a la luz. Puede que por dentro les demos una importancia que no les corresponde y que al salir a la luz no tarden mucho en diluirse bajo el peso de millones de historias que sí merecen ser escuchadas o leídas, qué sé yo. Todos hemos roto platos, aunque unos más que otros. La oscuridad está ahí. Es nuestro derecho dejarla oculta o hacer lo que hizo Ellroy. Pero no me vendáis la moto, que no os la voy a comprar. No sois seres de luz. Nadie lo es. Tanta virtud no existe.