Radical, extremista, bolivariano, bilduetarra, Frankenstein, ilegítimo, criminal, mafioso, okupa, golpista... Las descalificaciones al Gobierno por parte de Casado y Abascal desde que vio la luz han sido variadas. Pero últimamente ha cobrado fuerza otra etiqueta, comunista. Sí, el Ejecutivo de Pedro Sánchez cuenta con dos militantes del PCE, Yolanda Díaz y Alberto Garzón. La vicepresidenta es la líder mejor valorada por los españoles, sin duda por su destacada labor como ministra de Trabajo y su apuesta exitosa por el diálogo social con empresarios y sindicatos, del que últimamente se ha desmarcado la patronal, después de que Antonio Garamendi sufriera una auténtica cacería política y mediática de las derechas por defender los indultos a los presos independentistas. Ahora mismo, Díaz es la gran esperanza del espacio a la izquierda del PSOE, con la plataforma que quiere crear subsumiendo a Podemos. Su perfil moderado, discreto, eficaz y negociador ha logrado pacificar el Gobierno tras la salida del verborreico Iglesias. ¿Son comunistas los ERTE, subir el salario mínimo, el ingreso mínimo vital o llegar a acuerdos con la CEOE? Agitar el fantasma del comunismo en su contra es muy dudoso que dé resultados. Por su parte, Garzón poco comunismo puede hacer desde su ministerio, salvo que llamar a comer menos carne pueda considerarse comunista. Los comunistas recalcitrantes anclados en el pasado los tildarían despectivamente de socialdemócratas. Dicho esto, la trayectoria del PCE y luego de IU desde la transición merece el respeto de todos los demócratas, y lo dice alguien que nunca ha sido comunista ni ha votado esa opción política. Su apuesta por la democracia y su contribución a su asentamiento son indiscutibles.