La izquierda a fuego lento

OPINIÓN

Pedro Sánchez saluda a la ministra de Trabajo Yolanda Díaz
Pedro Sánchez saluda a la ministra de Trabajo Yolanda Díaz Javier López | EFE

23 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Así se mueven también los continentes por el calor que viene de abajo, rompiéndose, alejándose, encontrándose los cachos sueltos, juntándose en tierras con nuevas formas o chocando con violencia. Parece que el movimiento lento de caldo gordo juntó los cachos del PSOE en un abrazo más de fatiga que de ilusión y que a su izquierda los huérfanos perdidos se tienen a la vista y empiezan a darse cuenta de que tienen forma y cuerpo.

A Pedro Sánchez todo el mundo lo subestimó: Susana Díaz, Felipe González, Cebrián, Rajoy, Pablo Iglesias. Cuesta recordar que en 2014 el PSOE corrió un riesgo muy real de diluirse como el PASOK griego ante la pujanza y maneras de Podemos. El PSOE oficial y agotado de Rubalcaba se defendía de los morados juntando su voz con la de Rajoy contra el populismo antisistema. El PSOE parecía un satélite desteñido del PP. Hizo de súbdito resignado en la abdicación de Juan Carlos I, con aquel aforamiento que aumentaba privilegios y sospechas. Rajoy destrozó derechos y salarios y el PSOE fue un azucarillo en la taza del PP ante las movilizaciones impulsivas de aquel momento. Tanto confundió su voz con la del PP que los escándalos del PP desgastaban también al PSOE. Fue lo que heredó Pedro Sánchez. En las elecciones de 2015, Sánchez parecía el pez de El viejo y el mar. Todos los partidos le daban dentelladas, porque el PSOE parecía un cadáver del que todos querían pillar cacho. Pero Sánchez no se defendía de Podemos atacándolo desde las faldas del PP, sino atacando al PP e ignorando a Podemos mientras imitaba sus acentos. Fíjense en que Sánchez nunca habla de Podemos. Frenó la caída del PSOE y no hubo sorpasso. Lo echaron a patadas, hubo primarias para poner  a Susana Díaz y aquello acabó con el tuit cáustico de Rufián «sé fuerte, Susana». Y llegó a Presidente. Les guste o no, salvó al partido.

Sánchez anduvo por el mundo a su aire sin raíz en el PSOE. La derrota de Madrid torció el rumbo. Madrid es la tercera comunidad en población y fue la primera en muertes por covid. La mortalidad entre los infectados fue también la más alta. La economía de Madrid se deprimió más que la media nacional. El crecimiento estimado para el próximo año está también por debajo de la media nacional, una décima por debajo de Asturias (los escépticos busquen lo que es la AIReF y luego entren en su página). Haciéndolo todo mal, Ayuso los ganó por goleada solo prometiendo cañas y terrazas y llamando cenizos a los que hablan en serio. Es como si no te votaran porque cayeras mal. Sánchez entonces renovó el Gobierno y se enfundó el partido como si fuera el traje de Ironman que da superpoderes. Y llegaron los abrazos. A Felipe González también le viene bien. La derecha está demasiado montuna, en el grupo PRISA ya pinta menos y Pepa Bueno le está dando a El País unos aires en los que González solo puede hacer el papel de barquilla sin velas desvelada y entre las olas sola. Sánchez sabe que ocupa el hueco psicológico de izquierda que sabe gestionar. También sabe que para la juventud las dos ideas progresistas que sí calan son el ecologismo y el feminismo, que además admiten mucho escaparate sin políticas reales detrás, un chollo para los pragmáticos. Y a ello se aplicó. No tomen a Sánchez por tonto.

A la izquierda del PSOE las piezas se mueven. Podemos no tiene culpa de la irrupción de la extrema derecha y la inevitable maldad que la acompaña. Tienen culpa los malvados que la financian y jalean en los medios y los bobos que blanquearon el mal precisamente por bobos. Pero Podemos en los tiempos de Vistalegre II no percibió la magnitud de la alteración que habían provocado en la vida pública. Abrió un enorme espacio con muchos componentes ideológicos izquierdistas de renovación y regeneración. Pero también inyectó en la política chorros de combustible que arde con cerillas de cualquier ideología, como la indignación, la provocación y el troleo de los canales habituales de comunicación. Demasiada gente se sintió demasiado importante y Podemos acabó dejando deshabitado el hueco que había abierto y que sigue existiendo y sigue siendo fuerte, aunque el voto a la izquierda del PSOE solo va a Podemos donde no hay otra opción. El problema es que abandonó ese territorio dejando allí las armas de la indignación y la provocación, justo las que busca siempre la extrema derecha, y se las encontró en buen estado y en pleno funcionamiento. Podemos no estuvo a la altura de lo que llegó a tener en las manos.

La convergencia de izquierdas, con Podemos dentro pero desbordando a Podemos, puede funcionar porque se está planteada con el único estilo posible. El gamberrismo, la agitación populista faltona, el postureo chulesco y la audacia antisistema ya no sirven, porque ahora son la horma de la extrema derecha, y no solo en España. Es de temer que Merkel en la derecha alemana haya sido la última de Filipinas. El estilo ya no puede ser ir con ropa de manifestación a darle al Rey los ejemplares de Juego de Tronos. La izquierda es ahora la que tiene que pedir compostura y alertar contra los antisistema, porque ahora ese espacio es de fachas, antivacunas, terraplanistas y demás aires reaccionarios. Yolanda Díaz está consiguiendo vender lo único que funciona en tiempos de falta de referencias: hechos, datos, gestión útil sin sobreactuación simbólica. No es el Podemos primigenio. Es una Izquierda Unida actualizada, con los poros más abiertos e infiltrada por los aires del 15 M. No es lo más ilusionante, pero es ahora el único estilo posible, el que le da tanta presencia a Mónica García en Madrid. Le tendrán que disputar al PSOE la pulsión del medioambiente, del feminismo, del antirracismo y del respeto a la diversidad y las minorías, que son los impulsos progresistas que en la juventud pueden competir con el impulso gamberro y provocador que mueven ahora los fachas. Las maneras circunspectas de Yolanda Díaz tienen el punto justo para disolver ese antagonismo absurdo de la izquierda obrerista y los movimientos asociados a la diversidad y las minorías. No parece que Díaz sea percibida como enemiga en ninguno de esos frentes innecesarios. No sé si lo que se mueve en esta convergencia en ciernes está percibiendo la importancia de la España vaciada. Teruel Existe fue una avanzadilla. Ahora vendrán más. El sistema electoral da mucha fuerza al voto de zonas poco pobladas y hay una compleja cuestión de justicia y organización nacional en esta cuestión. Lo que nos puede acercar a Venezuela no son políticas que nadie propone en España, sino el proceso acelerado de concentración de la población en dos o tres megaurbes inhabitables y la desertización del resto del territorio. Las formas políticas y de comunicación hacia estos territorios requieren compromiso y una estrategia específica. No estoy seguro de que se esté detectando en la izquierda este frente.

Tendrá interés la actitud de Errejón. Por un lado, el tipo de organización que él inspira es el menos centralizado y el de ensamblaje más blando. Pero es también el más reacio a ser parte de una convergencia porque esas convergencias se forman por afinidad ideológica y Errejón es poco propenso a vender ideología. Su integración aportaría mucho a la foto y seguramente a las maneras internas. Puede que no le quede más remedio. El lenguaje puede desplegar su magia y reunir a los separados sin que parezca que nadie se equivocó. Enric Juliana dijo que Yolanda Díaz es una persona a la que la gente entiende. Es el tipo de persona que puede encarnar un armazón republicano, creíble, sereno, decidido y bien instalado en la opinión pública frente a los desaguisados y anacronismo de la monarquía. La idea de la república tiene que ser menos simbólica y más real en esa izquierda. El PSOE tiene un problema serio de discurso al respecto. Es quien más desinteresadamente apoya una institución monárquica que cada vez lo quiere menos y finge menos su tendencia conservadora. Veremos si en estos movimientos lentos de caldo gordo las piezas de la izquierda acaban cogiendo forma. Con ella la cogerían la justicia social y las libertades.