El reloj del tiempo

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

María Pedreda

23 oct 2021 . Actualizado a las 10:25 h.

La madrugada del domingo 31 de octubre los relojes deberán atrasarse una hora. Sucede cada año en el corazón del otoño cuando las horas de luz del pasado verano se convierten en horas de sombra y se acortan las tardes para que la noche crezca más que el día. Y así estaremos hasta que el ultimo domingo del mes de marzo nos devuelva con la primavera la nueva luz creciente.

Y los relojes seguirán midiendo el tiempo según el sol y la luna o el camino de las estrellas, el día y la noche, el pausado recorrido de las estaciones, el tiempo circular que siempre huye en un perpetuo tempus fugit.

Soy amigo, aficionado a los relojes, al tiempo cronometrado, en un reloj de pulsera, en una leontina fachendosa o en una torre urbana, y desde la existencia de los relojes de arena, de las clepsidras helénicas o los relojes de agua he escuchado mi curiosidad entre tic-tacs que cantaban los minutos al pasar la vida.

Recordando historias que parecen verosímiles como la de aquel reloj de mesa que un señor obispo de la diócesis mindoniense encargó a un maestro relojero francés que desplazado a Mondoñedo construyó un artefacto que en lugar de señalar las horas, las medía según la regla de San Benito y canónicamente anunciaban maitines o laudes, tercias o completas que sincronizado el reloj con la Paula, la muy noble campana de la catedral, tañía avisando a la parroquia.

O referirme al reloj de cuco regalado por un pretendiente suizo de una infanta de Portugal que en lugar de dar las horas según el canto del cuco, modificó su sonido y era un ruiseñor el que silbaba la melodía horaria.

Gusto mucho de los relojes situados en lo alto de las torres, en las espadañas de las iglesias o en edificios municipales. Son relojes funcionarios que están en la nomina de los ayuntamientos o en el pecunio del óbolo parroquial. Pero nada hay mas bello que escuchar las cadenciosas campanadas de medianoche en una madrugada de invierno mientras la lluvia canta su canción de agua.

O la historia caprichosa de aquel reloj de oro que colgaba del bolsillo del chaleco un habanero retornado y que según Casares, «tenía días».

Ahora son los teléfonos móviles quienes nos dan las horas, los smartwatch sustituyeron a los viejos relojes, pero el tiempo que transcurre sigue siendo el mismo. Idéntico.