La reunión imaginada

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Juan Carlos Hidalgo

27 oct 2021 . Actualizado a las 08:28 h.

Las vicepresidentas Calviño y Díaz actúan por poderes. Sostienen un conflicto de injerencias o de competencias, se convoca una reunión para suavizar tensiones o reencauzar el pacto de coalición, pero no asiste ninguna de ellas. Ambas delegaron en sus números dos. Supongo que fue una sabia medida: si no hay enemigo a la vista no se dispara; si hay que pelearse, que peleen los segundos; los porteros siempre defienden mejor la finca que los propietarios y, no estando juntas no hay fotos ni para demostrar cariño ni para demostrar distancias. Y menos, para manipular ambos sentimientos.

La reunión, así planteada con embajadores, no parecía de gentes del mismo Gobierno y a lo mejor no lo era. Parecían delegaciones de gobiernos de Estados distintos que llegan, discuten sus límites geográficos y amenazan con acciones militares si no llegan a acuerdos. En la reunión de Madrid el ministro Bolaños, que promete estar en todos los platos, actuaba en la práctica como el enviado especial de Naciones Unidas con la misión de mediar y, si no resultaba fructífero, analizar si se debían enviar los cascos azules.

La primera reunión terminó como terminan siempre las primeras reuniones: buen tono, como corresponde a gente educada, no hubo acuerdo, pero se seguirá hablando. No se puso fecha para no crear ansiedad en la opinión pública, sobre todo en la publicada, pero el seguir hablando equivale al clásico «mientras hay vida hay esperanza». Solo al día siguiente un medio dijo que la señora Díaz amenazó con irse -no de la reunión, en la que no estaba, sino del Gobierno-. No parece que el aviso vicepresidencial haya conmovido las estructuras del régimen.

Quizá sea que ya vamos conociendo los trucos. En la primera reunión los participantes se huelen como los perros, se miden, marcan distancias para asustar, hablan un poquito, pactan lo que van a decir y levantan la sesión. Ahora vendrá la segunda fase, que es la de la dureza.

Hay que situar las conversaciones al borde del abismo, con advertencias de que se rompe la coalición, serias proclamaciones de que importa el país, no seguir en el poder al precio que sea. Al día siguiente, titular en los periódicos: «La coalición, al borde del precipicio» o bien «La más grave crisis del Gobierno Sánchez».

Pasarán unos días más, intervendrá el presidente que se reservó para el momento final y de las chimeneas de Moncloa saldrá un humo blanco que anunciará el acuerdo. Las frases también están en los libros de estilo: «un magnífico acuerdo para España y los españoles»; «todos hemos sabido renunciar a algo»; «el Gobierno progresista ha dado una lección de diálogo y está en condiciones de ofrecer a España un pacto sin precedentes». ¿Por qué dicen «sin precedentes»?, me preguntarán mis nietos. Y yo pondré cara de alivio porque, en el fondo, lo que me horroriza es verme otra vez en campaña electoral.