Luz y sombra de la recuperación

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

Alte Tejido | Efe

29 oct 2021 . Actualizado a las 08:55 h.

La luz la aporta la EPA: el empleo ha recuperado el nivel previo a la pandemia y a la crisis financiera del 2008. Vuelve a haber, luego de la intensa creación de empleo en el tercer trimestre del año, más de veinte millones de ocupados en la economía española. El paro también se está reduciendo a buen ritmo, aunque, como la población activa ha aumentado, la tasa de desempleo todavía es superior a la del 2019. La plantilla de trabajadores en varias ramas de actividad ha crecido más del 10 %. Y solo en una, la hostelería, la ocupación es un 10 % inferior a la que había antes de la pandemia. Los datos indican que las calderas de la recuperación económica están funcionando a toda presión. Al menos, lo estaban haciendo durante los meses de verano.

La sombra inquietante la proyecta el INE: el fantasma de la inflación, del que no teníamos noticias en lo que llevamos de siglo, ha reaparecido. Tal vez para advertirnos de que cuidado con echar las campanas al vuelo. Después de ocho meses consecutivos de escalada, el coste de la vida alcanzó el pico del 5,5 % en octubre. No hay que tomarse a broma la irrupción del espectro: sabemos por experiencia propia y ajena cómo se las gasta. La inflación devora el poder adquisitivo de los salarios y si estos se resisten, con subidas nominales compensatorias, el monstruo se retroalimenta en espiral. Y va sembrando desigualdades y restando competitividad a los países más afectados por la lacra. Una plaga que resulta especialmente destructiva cuando se combina con elevadas tasas de paro, dando lugar a ese híbrido letal que los economistas bautizan con una palabra esotérica: estanflación.

Preocupados sí, porque el ciudadano, cuando llena la cesta de la compra o paga el recibo de la luz, ya experimenta en carne propia las dentelladas de los precios. Y el ministro de las pensiones tiene que sacudirse la cartera para proteger al jubilado. Pero, y esta es la parte optimista, la mayoría de los expertos aseguran que el fantasma se esfumará pronto. Que se trata de un fenómeno transitorio. Los precios suben por el encarecimiento de la electricidad y los combustibles y porque las cadenas globales de suministro no dan abasto. Es decir, el repunte de los precios está causado, en última instancia, por una demanda desatada. Los diques del ahorro embalsado, junto con los estímulos públicos, se han roto y la gente se ha lanzado a consumir y las fábricas a producir. La oferta no da respondido con suficiente rapidez a ese aluvión de demanda y los precios suben. Decenas de ejemplos ilustran el desfase momentáneo entre vendedores y compradores. El colapso en los puertos, con miles de contenedores varados en los muelles. La industria juguetera que no sabe si llegará a tiempo para Reyes. El plazo de entrega, nueve meses o más, del automóvil que usted desea comprar. La carencia de chips o la escasez de transportistas. Si la interpretación es correcta, la subida de los precios cesará cuando la mano invisible del mercado equilibre oferta y demanda. Que lo hará, no le quepa duda. Más difícil es determinar cuándo.