La nueva pandemia

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

BIEL ALINO | Efe

09 nov 2021 . Actualizado a las 09:10 h.

De pronto hemos pasado de «la ciudad alegre y confiada» que nos estaba dejando la buena evolución, casi superación de la pandemia, a la ciudad que no duerme de miedo al desabastecimiento. Es que se juntó todo lo que se podía juntar: la crisis de los chips y los semiconductores, con sus efectos en la producción industrial, ya tocada por los precios de la energía eléctrica; el 10 por ciento de los contenedores llenos de mercancías, parados en puertos de China y en otros centros de producción y distribución, que hace temer que no lleguen productos de Navidad; el pánico al apagón, sembrado por un ensayo que se hizo en Austria y contagió a toda Europa; los retrasos en la entrega de coches, que a los mayores nos recuerda la lista de espera de varios meses cuando queríamos comprar un 600; la carestía de las materias primas y sus efectos en la inflación, que se ignora si será pasajera o estructural; el diésel, que subió un 30 por ciento en lo que va de año y, por si faltara algo, una posible huelga de camiones. Hasta dicen que faltan botellas para embotellar el vino. En las tiendas se agotan las velas y los cámping gas, que hacen recordar la compra masiva de papel higiénico en los confinamientos de la pandemia. Los efectos en el empleo todavía no se notan, pero si esto sigue así se tiene que notar en el sector industrial, en el transporte y en el comercio. Y como el fenómeno es mundial, podemos hablar de nueva pandemia.

Estos son los nuevos e imprevistos miedos, inquietantes sobre todo para las clases medias, que somos las que pagamos siempre las facturas. Nadie sabe muy bien cómo combatirlos, ni aquí ni en el resto del mundo. Todavía no hemos visto un laboratorio que esté trabajando en las vacunas, los economistas andan en el diagnóstico y los augures prevén que esta situación puede durar otros seis meses. Seis meses parece ser el período que se aplica a todo: al descenso del precio de la luz, a la normalización del comercio global e incluso a la crisis del gas, aunque sea por un motivo de calendario, porque dentro de medio año estaremos a finales de abril y ya no hará falta la calefacción.

En el resto, limitémonos a esperar y a confiar en que los gobiernos nos dicen la verdad cuando piden tranquilidad. En circunstancias como la actual, cuando un gobierno invoca la calma, nunca sabemos si tiene datos objetivos para recomendarla o cumple su obligación de evitar la alarma. Lo que sí quiere hacer este comentarista es invitar a los lectores a que conjuremos la histeria. La cuestión de los suministros está mal y puede empeorar en la medida que nos aproximamos a fechas de gran consumo, como la Navidad. Lo que más podemos temer es una huelga de camiones, que transportan el 91 por ciento de las mercancías. Eso sí que puede bloquear los mercados, pero por ahora solo es una posibilidad que ni siquiera se empezó a negociar.