Que todo cambie para que todo siga igual

OPINIÓN

Calle Concepción Arenal en Oviedo
Calle Concepción Arenal en Oviedo Google Maps

14 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

A los responsables políticos que juegan a revolver el callejero de Oviedo para sustituir lo que deben pensar que son símbolos  de la izquierda, ha de  responderles la ciudadanía sobre cuáles son sus prioridades y necesidades. Sobre todo teniendo en cuenta las afirmaciones lanzadas  desde una de las concejalías, cuando se llegó a decir que si a la izquierda no le gustan los nuevos nombres se espere a ganar las elecciones. En el fondo se trasluce con estas palabras la forma de pensar y de actuar del actual equipo de gobierno. Que se esperen a ganar las elecciones dicen, como si eso les diera a ellos o a alguien el derecho a causar semejante perjuicio a las personas que viven en esas calles; a desbaratar a su antojo según las preferencias personalísimas o partidistas o inescrutables en todo caso que les impulsen. Como si la política consistiera en ganar y luego arrasar imponiendo los propios intereses.

Es precisamente esa concepción la que convierte el asunto de los cambios de los nombres de  calles en un ejemplo paradigmático del hacer (y deshacer ) del Gobierno de Oviedo desde que ocupan el Ayuntamiento. Esas decisiones sin justificación ni respeto a la soberanía de la ciudad que no guardan relación alguna con el sentir mayoritario y solo contribuyen a generar más desafección  retratan lo peor de la política: la soberbia, el sectarismo, la incapacidad para mejorar realmente la ciudad,  y la impotencia para hacer algo más que no sea romper lo que se había levantado antes. Y lo peor de todo, sin que nadie se lo mande, porque resulta que la legitimidad no proviene de ganar unas elecciones, sino de servir a la gente que ha votado haciendo una gestión transparente y democrática. Ganar las elecciones no es un fin sino un medio, el  trabajo viene luego y consiste en servir y defender, proteger y cuidar de lo colectivo. ¿Si no les gusta para qué se presentan?

Cuesta  imaginar peor cosa que un partido, (de izquierdas o de derechas), que se dedique a hacer sus cosas sin importar el momento, ni la opinión de nadie, ni la voluntad por lo menos de sus votantes. Las elecciones no son una tómbola donde toque un premio y a disfrutar, son más bien unas oposiciones en las que se gana  la oportunidad de demostrar la propia integridad. Y son un compromiso se ganen o se pierdan. Por eso desde la oposición, por diversa que sea y distante incluso entre sí, no existe la elección de callarse. Cuando el Gobierno desvaría y se mira el ombligo mientras se avecina una crisis económica y energética sin precedentes la oposición tiene el deber de señalarlo, por cansada, frustrada y vilipendiada que se sienta. Dentro de esa realidad heterogénea que llamamos oposición, y cuya dimensión desborda los límites de los Partidos para incluir a movimientos sociales , sindicales y vecinales, la crítica es unánime y clara: el PP/CS ovetense está despilfarrando dinero y tiempo en cambiar el callejero sobre consensos que ya existían para instrumentalizarlo y hacer propaganda de ideas obsoletas que ni siquiera su electorado comparte. Valga como ejemplo el cambio de «Maestras de la República» por «Maestros Nacionales».

Es precisamente una parte de este electorado la que dentro del amplio abanico de la oposición se muestra más desencantada,  y que comparte el asombro generalizado cuando la respuesta iracunda  por parte de algún cargo  público es tacharlo de «radical» y «feminazi». Al menos semejante disparate quizá pueda hacernos reflexionar sobre cómo los insultos gratuitos son un arma de doble filo que cuando se aplican sin motivo se pueden aplicar a cualquiera. Si salir a la Escandalera llueva o nieve varias veces por semana para llorar a las mujeres apuñaladas, quemadas y estranguladas, a  las niñas violadas, a los menores huérfanos, es ser violenta, apaga y vámonos. Si exigir una gestión eficiente y madura a nivel municipal es ser comunista poca esperanza de progreso nos queda, por cierto la calle Progreso también molesta. Si introducir en nuestras calles algunos nombres de mujeres históricas es odiar a los hombres quizá el problema de odio está en la cabeza del que lo dice. Al final cualquiera puede ser objeto de este pensamiento fanático que demoniza las acciones más humanas para encubrir la falta de entrega, de profesionalidad y de esfuerzo  que está marcando la gestión municipal.