Los tres enemigos de la democracia

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Mariscal

13 nov 2021 . Actualizado a las 09:32 h.

Anne Applebaum es analista política, columnista del diario The Washington Post y último premio Francisco Cerecedo, entregado por los reyes de España. Su libro más reciente (El ocaso de la democracia) es un aviso sobre el desgaste de la idea democrática y un estudio detallado de cómo el autoritarismo gana terreno en muchos países, también en los de mayor tradición democrática. Naturalmente, entre ellos incluye a Estados Unidos bajo el mandato de Trump; al Reino Unido, con un desnudo integral de Boris Johnson, y aparece también España, con amplias referencias a la presencia y el pensamiento de Vox.

De forma significativa, la frase que abre la obra de Applebaum es de Julien Benda, escrita en 1927, hace casi un siglo, y dice así: «Nuestra época es de hecho la época de la organización intelectual de los odios políticos». Interesa fijarse en la fecha, porque ya sabemos lo que vino después: la crisis del 29, la expansión de comunismo, el nacimiento de los fascismos, nuestra Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial. De forma inquietante, el último capítulo del libro de Applebaum se titula La historia se repite, pero no es su tesis principal. Su tesis principal es que se dan las condiciones para que se produzca lo que dice en el subtítulo del trabajo: la seducción del totalitarismo.

Las causas de esa seducción son varias, pero se pueden resumir en dos: el trabajo de los demagogos, que en su versión más amable es el populismo, y el aluvión de falsedades que contamina, cuando no prostituye, la vida pública.

Por mi parte, y pensando en Europa, añado una tercera: la sensación de impotencia que producen los políticos tradicionales para resolver los nuevos y graves problemas de una sociedad cada día más compleja. Esa sensación se traslada automáticamente al sistema político, se ponen en cuestión sus principios y se empiezan a reclamar gobiernos «que hagan algo», sin importar su origen o su ideología. Eso es lo que explica el crecimiento de la extrema derecha, también de la extrema izquierda y, en consecuencia, de la polarización.

Planteo a los actuales partidos de gobierno si esas circunstancias coinciden en este momento y con perfiles elocuentes.

Los populismos no es que estén creciendo; es que están infiltrados en la forma de hacer de los demás partidos. Las falsedades han llegado a un nivel de penetración que han anulado la verdad, incluso como valor. Los gobiernos resultan incapaces —lo acabamos de ver en España— de organizar algo tan básico como el reparto del ingreso mínimo vital, que tiene que ser encomendado a ONG. La organización del odio se puede encontrar cada mañana en cualquier diario. Y el deterioro del Tribunal Constitucional con los últimos magistrados y el escándalo de su elección, ¿creen ustedes que ayuda al sistema democrático? Yo lo apunto en el capítulo de los riesgos. Casi de la provocación.