Monovolumen de la infancia en EGB

César Casal González
césar casal CORAZONADAS

OPINIÓN

-

14 nov 2021 . Actualizado a las 10:17 h.

No hay nada más vacío que un día de amor sin amor, un día de nieve sin nieve. Nada más perdido que la mirada de un niño perdido. No hay una cuesta más alta que la del dolor que muerde. No hay nada peor que la ausencia. Que ese padre que no está y todavía no te lo crees, y te sientes como el manco que nota el brazo que no existe. Tú hablas con el padre que no existe y no te contesta. Pero insistes. ¿Por qué insistimos a veces en el frío si sabemos que duele, que quema como el hielo de Cien años de soledad

Y entonces tu mirada extraviada se va a los recreos. Aquellos recreos abarrotados de los baby boomers, esos criminales, como dijo un lector mucho más sabio que tú, culpables indefensos de la mayor estafa piramidal de la Historia, con la que nos han castigado los Gobiernos de todo signo durante décadas para recortarnos la pensión sin perdón.

Vuelves a los recreos, a las rodillas peladas y pintadas con curocromo por nuestras madres. Las madres. Lo primero que ves si cierras los ojos son las madres. No falla. La tuya y las de tus amigos. Por mí y por mis amigos, en este juego del escondite que es la vida.

Dice el escritor Javier Pérez Andújar, reciente Premio Herralde, que las biografías se forjan chantajeando a quien se tiene más cerca, y no le falta razón ni corazón. Somos el contacto con tacto y sin tacto. Quien tiene culo tiene miedo.

No hay un hinchable más grande que hacer cola con tus hermanos y ver que los Reyes te trajeron el barco pirata de los clicks. Ahí está para ti. Y para tus amigos. Pobre Mary Ingalls, la hermana de Laura, que te has quedado ciega, invidente, y no lo puedes ver. Y te preguntas, pisando la pelota en el recreo: ¿cómo ha podido pasar tanto tiempo sin que pasara el tiempo?

Y escribes todo este monovolumen de la infancia en una servilleta de bar como en un wasap de papel o en un hilo de papel higiénico. Y te miran raro por usar un bolígrafo, ellos que no leyeron El príncipe valiente y que no saben pasar a la Edad Media con solo abrir las páginas de, por ejemplo, El capitán Trueno, Crispín y Goliath.

El sitio de mi recreo es Antonio Vega y Enrique Urquijo silbando y agujereando mi corazón, pero ahí ya no era niño. La vida al crecer es la aqua alta de Venecia y el agua que nos da por las rodillas del reuma, mientras paseamos por la plaza de San Marcos enamorados del león de oro de nuestra infancia de EGB.

Queríamos un AVE en nuestras vidas gallegas, pero no que nos pasase tan rápido el futuro. Llega un momento en el que, entre dormir de cámping o dormir en hotel, simplemente eliges dormir. Un poco, pero dormir.

Cerrar los ojos un rato para volver al colo del recreo de la EGB. Para acunarte entre los recuerdos falsos de la literatura. Mary Ingalls, que nos enseñaste a llorar ante la tele, cuando solo había una pantalla para todos. La infancia de los prodigios en la ciudad del viento.