Los ungidos

OPINIÓN

Soros, durante una charla en la Universidad de Columbia
Soros, durante una charla en la Universidad de Columbia STAN HONDA

18 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Detrás de cada gesto, de cada aspaviento y cada palabra aislada, de cada guiño en cada reunión, no hay necesariamente algo más allá del gesto, aspaviento y palabra, guiño y reunión. En esta era de los bulos, que empezó el 11 de septiembre de 2001, hay exégetas de lo profano mirando con lupa el día a día político.

Asomarse a los abismos del extremismo más delirante, al detrito de la razón, es inquietante. Pero cuando el detritus permea fuera de la marginalidad, deberíamos sentir miedo. El conspiracionismo es el padre de todos los males que asolaron el siglo pasado, de las peores atrocidades. A los protocolos de los sabios de Sión les han comprado ropa nueva: el plan Kalergi, la Gran Sustitución y, por supuesto, el Mefistófeles de nuestro tiempo, el magnate George Soros.

Pero a la gente enterada no se la cuelan porque sabe. Sabe que hay un lobby trans y un lobby gay, y sabe que detrás de una ley se esconden aviesas intenciones que el resto de los mortales no podemos ver. A los no ungidos nos puede parecer una ley mejor o peor, pero los que saben, saben que siempre hay algo detrás, algo cuyo conocimiento solo está al alcance de unos pocos.  

Detrás, sin ir más lejos, de la propuesta de Podemos sobre la legalización del cannabis, se esconden intereses. El sistema te quiere aturdido, drogado, apático, no como ahora, que no se droga nadie y estamos a punto de tomar la Bastilla. Detrás de los intentos de lograr que todos podamos tener atención psicológica, se esconden intereses del sistema, de las élites y todo eso: es preferible atiborrarse de pastillas que subir salarios y proporcionar viviendas. Los no ungidos pueden decir que es un falso dilema, pero los que saben, saben cosas. Cosas secretas, arcanas. Puede que precisamente sea ahora cuando el médico de cabecera receta pastillas a cascoporro en ausencia de un especialista, pero eso da igual, hay algo detrás. Los pobres no necesitan mejorar su salud mental, ni curar mal alguno que no se solucione con jamón. El lumpen no puede aspirar más que a ser mangoneado por los ungidos.

En realidad al sistema no le hacen falta estas cosas. Tenemos unas leyes laborales leoninas para el trabajador que se han aprobado sin misterio ni reunión oscura alguna a los ojos de todos. Detrás de este tipo de pensamiento solo hay soberbia. Yo soy el listo, tú no. Conozco cosas secretas, tú no. Veo más allá, tú no ves nada. Yo veo hasta cosas que no existen, tú lo único que haces es trabajar. Qué vas a saber tú lo que es bueno para ti. Ven para acá, yo te enseño. Que sea más tonto que Cascorro.